martes, 5 de febrero de 2013

Historia del humanismo (VI). La modernidad y el máximo desarrollo humano.


Continuando con la serie dedicada al concepto de humanismo y, más concretamente, a la existencia de una humanitas y la posibilidad de ella. Abordamos ahora el período conocido como Modernidad. En este blog ya nos encontramos con una entrada dedicada a este período (La modernidad. La era del humanismo tecnológico y la crisis existencial. En Julio de 2.012). Por su gran extensión y para continuar el orden establecido veo necesario re-escribir. Ya que esclarecerá y dotará de sentido al recorrido histórico que estoy siguiendo en torno a la cuestión de la humanitas y su relación con la Historia de la filosofía humanista. 

Foto obtenida de: http://fc07.deviantart.net/fs32/i/2008/232/2/7/Atomium__Brussels_II_by_Andrei_Joldos.jpg
La modernidad supone, lo que podríamos denominar un “hito lógico” en la historia de la humanidad. Hito porque llega al culmen del desarrollo intelectual humano. Del que aún seguimos disfrutando en la actualidad. Aquel que toma como modelo a la racionalidad científica y su metodología que busca el rigos y la exactitud mesurable en todas sus investigaciones. Lógico porque supone la conclusión necesaria a los modelos iniciados en los períodos anteriores -ya analizados en este blog-. Y, sobre todo, el último de ellos, el ilustrado[1]. Ya que dicho modelo entiende, al igual que los anteriores, que lo definitorio del ser humano es el conocimiento racional y la educación que este trae consigo. Pero ahora, se va a dar primacía a un tipo de razón cuyos conocimientos no tienen que ver con la ética ni con la metafísica. Ni siquiera tendrá que ver con la sociedad o el ordenamiento político y legislativo de esta. Nos referimos a un saber que sólo nos permite dominar el mundo sin buscar comprenderlo. La racionalidad científica.

            Es en este período cuando nos encontramos con el positivismo de Comte y su teoría de los tres estadios que nos habla de una Historia vista como una línea recta y uniforme que representa el progreso de la humanidad marcada por el desarrollo de la razón científica. El comienzo de la línea será con las cotas más bajas de conocimiento representadas por el hombre primitivo y seguirá avanzando pasando por las distintas etapas hasta llegar a su fin en el otro extremo representado por el máximo desarrollo de la razón y el intelecto representados por el hombre moderno. 

Primer vídeo de una serie realizada por el canal de T.V. Arcoiris. Dedicado al pensamiento positivista y a su máximo exponente, A. Comte.


La racionalidad científica gozará de una posición antes jamás alcanzada por ningún otro saber. Adquiere un status casi divino ya que gracias a él podemos conocer el mundo y su funcionamiento. Lo cual, mejora nuestras vidas. Así es como la vieron en los SS.XVIII y XIX y así es como se estableció la relación entre racionalidad científica y las ideas de emancipación, libertad e incluso felicidad y humanidad.  La Modernidad continúa y desarrolla la confianza ilustrada en la razón (Sapere aude) entendiendo que con la ciencia logramos el máximo desarrollo posible de nuestra humanitas[2]

Al igual que la confianza depositada en el ámbito técnico la depositan en el político. Es la época de los metarrelatos, es decir, de los magnos relatos de la humanidad donde vemos cercana la conclusión de un proceso cuya meta no es otra que la emancipación y la felicidad. Se han cumplido los grandes planes ilustrados y lo han hecho con creces. Ejercemos la libertad, la igualdad y la fraternidad (aunque sea a nivel superficial y sólo en occidente) como jamás se había imaginado, ni siquiera en los planes más optimistas, y no solo eso sino que además parece que este proceso aún no ha llegado a su fin. Es normal entender que de este optimismo surjan profetas que auguren aún mayores logros y con ellos el fin de la Historia entendida como la llegada a un punto donde es imposible seguir avanzando puesto que se ha logrado todo lo que se perseguía. Pero, como si de una moneda se tratase, este gran plan tiene dos caras.

            Surge un problema fundamental, como decimos, en este plan utópico. El vaciamiento existencial que sufrimos al dejarnos guiar por un tipo de conocimiento que poco, o nada, puede decirnos sobre la vida. La ciencia puede explicarnos cómo funciona nuestro sistema circulatorio, calcular la temperatura y la longevidad del Sol pero no puede decirnos nada sobre cómo guiar nuestras vidas, qué reglas seguir o porqué nos emocionamos al contemplar una obra de arte o al dar un beso a nuestra pareja. Hemos confiado ciegamente en un tipo de saber que no está capacitado para dar respuesta a las grandes preguntas que se plantea el ser humano y no puede ofrecernos una orientación válida, ni ética ni política, en nuestro quehacer diario. La ciencia ha generado un mundo perfectamente racional y aséptico que carece de encanto y belleza. Un mundo en el que, pese a su orden, el hombre se pierde y su existencia pierde sentido progresivamente.

Se presenta una situación paradójica que no está carente de ironía y es que el humanismo que pretendía ser el más alto de los modelos que se habían dado en la Historia, el más digno y más humano, se ha olvidado de la humanidad. Asistimos a una época de frustración donde nos encontramos con una sociedad individualista, perdida, desorientada y sin modelos a los que seguir. Una época que cierra el S.XIX, que inaugura el S.XX y a la que podemos denominar antihumanista. 

Elias entiende que esta situación viene producida por una mala idea y un peor tratamiento del concepto de evolución social. Así dice:

“Como quiera que nadie se tomó el trabajo de diferenciar entre el pensamiento objetivo y el pensamiento ideológico en cuanto al concepto de evolución, se asoció sin más toda la esfera de problemas de los procesos sociales a largo plazo (en especial los procesos evolutivos) con uno u otro de los sistemas de creencias del S.XIX, en especial con la idea de que […] la evolución social es siempre, de modo automático, una transformación en dirección de lo mejor, un cambio en la dirección del progreso”[3]

El mundo tal y como lo concebía la mentalidad decimonónica ha quedado atrás y los parámetros que utilizaba para entender la realidad han sido destruidos y no operan en el pasado S.XX. Ya no creemos que sigamos una línea hacia un futuro mejor, de hecho dudamos de la existencia de este. Sentimos una orfandad completa en nuestra existencia y se nos plantea un porvenir amenazador en el que no avistamos una mejoría con respecto al pasado, ya de por sí desalentador. Un futuro al que no podemos enfrentarnos de otra forma que no sea con suspicacia y recelo. La esperanza ha sido sustituida por el miedo y el temor. Una época que será conocida como la posmodernidad.

Primer vídeo de una serie de cinco realizados por el Canal de Tv. Encuentros. Dedicados a conocer el pensamiento posmoderno; claves, orígenes y autores principales.


En la próxima entrada analizaremos en profundidad este sentimiento de abandono y destierro que sufre la humanidad en el S. XX y que aún hoy sentimos.

Blogger dixit


[1] Lo cual no quiere decir que el destino de la humanidad esté ya prefijado, tal y como nos quiso hacer ver Marx y que sigamos la senda marcada previamente. Sino, simplemente, que de todos los distintos derroteros que se podían haber tomado. Por los pasos ya dados era necesario llegar a este punto. Así, si entramos en un edificio con muchos pasillos podemos ir donde queramos. Somos libres de subir a la primera, segunda o tercera planta. En cada una de ellas, a su vez, tenemos distintas opciones como tomar un pasillo u otro o cruzar una puerta o no. No obstante, si hemos tomado en la segunda planta, el  primer pasillo de la izquierda, andamos en línea recta y atravesamos algún pasillo más necesariamente llegaremos a una cocina, por ejemplo., Si hubiéramos tomado otro lo hubiéramos hecho a un aula,  etc

[2] No es difícil concebir esta confianza en la razón, por parte de la humanidad decimonónica, al vivir en una época marcada por grandes descubrimientos e inventos tales como el electromagnetismo, la termoelectricidad, los rayos X, el motor de gasolina, la fotografía, el teléfono, el cine, e incluso el código Morse, el sistema Braille y la cremallera. Inventos y descubrimientos que mejoran nuestra calidad de vida.

[3] ELIAS, N. El proceso de la civilización. Ed. F.C.E. Madrid, 1993, p.20.

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