D.A.T.A. (Star Trek: TNG) |
-Puesto que esta entrada pertenece a un artículo mayor que ha sido publicado en este blog en cinco entradas, durante más de dos meses y en orden cronológico. Para comprenderlo mejor en su totalidad, les recomiendo que comiencen por la primera entrada publicada el día 9 de julio de 2013 ¡Muchas gracias!-
7.- ¿Es realmente la tecnología nuestra enemiga?
Con lo dicho hasta ahora no quiero dar a entender que defiendo que la
postura que mantienen los autores de estos relatos sea tecnofóbica ni que la
actitud a seguir sea la mostrada por personajes como, en la ficción, “Priest” de
la novela de K. Follet En la boca del dragón o, en la realidad, por Unabomber[1].
Por otra parte, tampoco creo dichos autores aboguen por una vida aparte de
esta, como puede ser el caso de los Amish. La tecnología no es una fuerza ciega
cuyo avance es un mal natural tan devastador como puede serlo un terremoto o un
tsunami. La tecnología es necesaria e imprescindible. Es el desarrollo natural
de la inteligencia y de la propia vida. Como muy bien supo ver C. Sagan, “todas
las civilizaciones se vuelven espaciales o extintas”. Es decir, sin la razón
técnica, sin sus avances y logros habríamos desaparecido incluso antes de
habernos asentado en el mundo. El ser humano desde su origen es técnico y gracias
a ello suplió su falta de instintos construyendo herramientas y modificando el
medio para poder sobrevivir. La técnica es una creación humana y como tal,
forma parte de nuestro ser, como lo es la cultura. Somos homo sapiens sapiens y, además, como
nos define el pensador francés H. Bergson, homofaber ya que creamos entes artificiales que nos permiten
controlar el medio.
Pese a esta íntima relación entiendo que también es peligrosa la postura tecnofílica que la lleva al extremo al entender que el grado de civilización de una sociedad viene marcado por el progreso tecnológico que esta posee. Esta idea que, en principio parece obvia, merece una reflexión ya que hay que recordar que Alemania en la década de 1.930 era una de las grandes potencias mundiales y que, entonces, la cámara de gas representaría el culmen del progreso y civilización de aquel momento. Ambas posturas: tecnofóbicas y tecnofílicas, llevadas al extremo pueden ser peligrosas. Ambas, caen en el mismo error, dotar a la tecnología de entidad propia. Debemos entender que la técnica, en sí, no es buena ni mala. Lo malo es el uso que se hace de ella. ¿Acaso no ha supuesto la energía nuclear un avance en la medicina?, y por tanto ¿No ha mejorado el nivel de vida de los seres humanos? ¿Acaso no es la misma tecnología la que impulsa a un bombardero que aquella que acerca unas culturas a otras y mejora las comunicaciones?
Retrato robot de Unabomber |
Pese a esta íntima relación entiendo que también es peligrosa la postura tecnofílica que la lleva al extremo al entender que el grado de civilización de una sociedad viene marcado por el progreso tecnológico que esta posee. Esta idea que, en principio parece obvia, merece una reflexión ya que hay que recordar que Alemania en la década de 1.930 era una de las grandes potencias mundiales y que, entonces, la cámara de gas representaría el culmen del progreso y civilización de aquel momento. Ambas posturas: tecnofóbicas y tecnofílicas, llevadas al extremo pueden ser peligrosas. Ambas, caen en el mismo error, dotar a la tecnología de entidad propia. Debemos entender que la técnica, en sí, no es buena ni mala. Lo malo es el uso que se hace de ella. ¿Acaso no ha supuesto la energía nuclear un avance en la medicina?, y por tanto ¿No ha mejorado el nivel de vida de los seres humanos? ¿Acaso no es la misma tecnología la que impulsa a un bombardero que aquella que acerca unas culturas a otras y mejora las comunicaciones?
8.- Conclusiones. El papel de la ciencia ficción en la
actualidad.
Pese a
la profundidad de los temas que se plantea en este tipo de novelas (de tipo filosófico,
antropológico y sociológico) y al mensaje tan importante que nos quieren
transmitir (actuar de un modo crítico para corregir el presente y transformar
el futuro), en la actualidad se ven a estas obras como un género menor cuya
única misión es entretener y hacernos olvidar los problemas cotidianos que nos
rodean. Se entienden como una mera válvula de escape de la rutina diaria. Esta
forma de pensar viene, en gran parte, causada por la mentalidad pragmática que
tenemos y es que vivimos en una sociedad de marcado carácter cientificista que estima
como valioso únicamente aquello que es corroborado por la comunidad científica y
susceptible de mensurabilidad. En la búsqueda por la exactitud y resultados ya
no hay lugar ni para la filosofía, ni la literatura, ni el arte. Existen, pero
no son útiles. Por ello, al tratar el género de la ciencia ficción, de
conjeturas lanzadas a modo de fantásticas hipótesis, todo el valor que posee es
menospreciado. Pero no por eso debemos olvidar el tesoro que encierran y que
gran parte de lo escrito por éstas en el pasado es hoy una realidad
patente. Únicamente hay que leer obras como París
en el S.XX de J. Verne para darnos cuenta de ello, y es que no olvidemos que el espíritu que late dentro
de la ciencia ficción es el deseo de hacerse realidad. Como muy bien indicó A.C. Clarke: “Lo que hoy ha empezado como novela de ciencia ficción, mañana será
terminado como reportaje.” Aquí radica la importancia del género, en su
capacidad de proyectar y anticipar. Es una literatura de ideas que formula
preguntas precisas sobre temas concretos que preocupan o interesan a la sociedad
de su época. Porque es la expresión de la mentalidad de ese momento. Cada una
de estas obras, que leemos o vemos, encierra una gran cantidad de preguntas y
cuestiones que incumben a nuestra existencia a niveles muy profundos. Por este
motivo este género es tan longevo y relevante: problemas a los que sólo se puede
dar respuesta con aproximaciones y conjeturas, ya que no hay soluciones claras
ni definitivas. Lo que vaya a ocurrir dependerá únicamente de nosotros y será responsabilidad
nuestra si el mundo del mañana se convierte en una utopía o una distopía. No
olvidemos esto cuando, al acercarnos al género, abramos un libro o una revista
especializada, pulsemos el “Play” de nuestro mando a distancia o nos sentemos
en una butaca de cine. Pero sobretodo, no nos olvidemos de imaginar, de soñar
y… ¡De disfrutar!
-Con este artículo, dividido en cinco entradas en este blog, lo que he pretendido ha sido, por un lado dar respuesta a las grandes cuestiones filosóficas a través del análisis de obras de ciencia ficción ya que estas , gracias al género de lo fantástico, son accesibles a un público mucho más amplio que tiene prejuicios para acercarse a la filosofía al entender que esta es un saber muerto, complejo y lleno de palabras liosas exclusivo de un élite intelectual. Y, por el otro, y muy relacionado con este primer objetivo es el dar a entender que la Filosofía no es ni una pseudociencia ni tampoco una rama muerta del saber sino que es una disciplina científica rigurosa y que no solo está viva sino que, además, goza de buena salud. Ya que al ser expresión de las inquietudes del espíritu humano, se manifiesta en en nuestro "día a día" y, por tanto, en todas nuestras manifestaciones artísticas. Por lo que no resulta extraño ver (y entender) la relación tan íntima que hay entre la filosofía y la ciencia ficción ya que esta, como hemos visto, a través del análisis y agrupación temática de sus obras plantea las mismas cuestiones que en el pasado hicieron los grandes pensadores a través de sus obras. Podemos atrevernos a decir que es la transmutación del espíritu especulador en la era de los mass media. Era en la que la caverna ha dado paso a una nave espacial y en la que las tertulias filosóficas en los cafés se han trasladado a las salas de cine. Con esto no digo que la filosofía se haya convertido en material de "blockbuster" ni en pseudo saber palomitero en el que un robot se pregunte de una forma vacía por su existencia sin plantear ninguna reflexión más allá de grandes explosiones y efectos especiales. Digo que si sabemos aplicar los conocimientos y bases de la filosofía a las obras de ciencia ficción podremos reconocer la riqueza y vida que muchos le han negado. Esta sigue viva, solo hay que saber verla.-
Blogger dixit
[1] Sobrenombre de Th. Kaczynski. Profesor de matemáticas
nacido en Sarajevo. Emigró a Estados Unidos donde trabajó en la Universidad de
Berckley (California) durante dos años. Escribió un manifiesto de más de cien
páginas en el que exaltaba su amor por la naturaleza y su odio extremo por la
tecnología, la ciencia y la computación. A partir de 1.978 y durante los
siguientes 18 años envió cartas-bomba (de ahí su nombre) a diferentes lugares
de Estados Unidos, principalmente universidades y compañías aéreas a las que
las culpaba de los males medioambientales actuales. Dejó un total de 3 muertos
y 22 heridos. Fue detenido el 3 de abril de 1996.
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