lunes, 9 de julio de 2012

La modernidad. La era del humanismo tecnológico y la crisis existencial.


             -A modo de aclaración, y antes de comenzar esta entrada, debo indicar que la Modernidad es un período que abarca varios siglos de nuestra historia y que contaría con Descartes, y la corriente filosófica racionalista, como uno de sus precursores (S.XVI). Como el objetivo de esta entrada es hablar de la relación "ser humano-tecnología" nos centraremos en el S.XIX como momento cúlmen de esta relación y analizaremos las consecuencias de esta. Puesto que nos centramos en un período muy concreto en algunos momentos la distinguiremos de la Ilustración (S.XVIII) como momento inicial de esta relación. Aunque en el fondo las partes formen parte del mismo todo. Aclarado este punto espero que la entrada sea de vuestro agrado.-


 A lo largo de las distintas entradas del blog se ha hablado de la modernidad y cómo esta ha supuesto un cambio decisivo a la hora de configurar la imagen del ser humano que tenemos ahora y poder, de ese modo establecer su humanitas propia. Esta época, el S.XIX, supone el culmen del modelo humanista iniciado en el período anterior, el ilustrado. Este entiende, al igual que los anteriores, que lo definitorio del humano, es el conocimiento racional y la educación que este trae consigo (elementos ya tratados en anteriores entradas). Pero ahora, se trata de un conocimiento distinto. Ya no es la paideia griega o la civitas romana. Tampoco es el desarrollo de todas las dimensiones del saber como ocurría en el Renacimiento. Ahora se le va a dar primacía a un tipo de razón cuyos conocimientos no tienen que ver con la ética ni la metafísica ni la teológica. Ni siquiera tendrá que ver con la sociedad o el ordenamiento político y legislativo de esta. Nos referimos a un saber que sólo nos permite dominar el mundo sin buscar comprenderlo. La racionalidad científica. Ahora no nos van a interesar los ¿Por qué? sino los ¿Cómo? Es decir, ya no queremos saber cuál es la razón última del movimiento como nos enseñó, por ejemplo, Santo Tomás en la primera de sus famosas vías al preguntarse  ¿Por qué se mueven los seres? Ahora nos preguntaremos por el cómo se mueven. Es decir, la pregunta hoy día es ¿A qué velocidad se mueve ese vehículo?

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