Analizaremos aquellos conceptos, autores e ideas que han vertebrado la Historia del pensamiento occidental. Todo desde un punto de vista ameno y sencillo puesto que la idea con la que nace este blog es la de acercar la Filosofía a todas las personas.
Continuando con la serie dedicada
al concepto de humanismo y, más concretamente, a la existencia de una humanitas
y la posibilidad de ella. Abordamos ahora el período conocido como Ilustración (también conocido como "El siglo de las luces" por lo magnífico de los logros de su conocimiento que nos sustraían de las sombras de épocas pasadas marcadas por la superstición y la religión). Este período comprende los ss.XVII y XVIII (incluyendo la Revolución Francesa) y abarca
grandes corrientes del pensamiento como el racionalismo, idealismo, empirismo y
criticismo. Con sus grandes pensadores como Descartes, Berckeley, Hume y Kant.
Será este último, precisamente, el que se convierta en el máximo exponente
filosófico de este momento histórico definiéndolo como el período en el que la humanidad sale de su minoría de edad. Esto,
en el ámbito político implica ser responsables de nuestros actos y, por tanto,
que seamos nosotros los que marquemos los derroteros por los que queremos que
vaya nuestra vida siendo los únicos responsables de la senda a seguir y el
rumbo que la guía. Hemos logrado la emancipación total; nos hemos liberado de Dios, de los dioses y del
destino gracias a la razón y al buen uso científico
que hacemos de esta. Es la época de la enciclopedía y del espíritu que intenta conquistar el universo con la razón y recogerlo en una magna obra.
"El salón de madamme Geoffrin" de Lemonier
Es en este momento cuando concluye “la revolución científica”
iniciada en el Renacimiento (tratada en otra entrada del blog) ya que se ha instaurado en el ideario colectivo que
gracias a la ciencia alcanzamos unos saberes que nos permiten conocer,
comprender, prever y dominar la realidad. Somos los amos y señores del mundo,
somos el centro de este. Si Dios nos hizo a su imagen y semejanza ahora somos
nosotros los que modelamos al universo a nuestro antojo. Si antes nos daban
miedo los rayos ahora inventamos el pararrayos y no solo este sino también el
ferrocarril, el telégrafo y la energía eléctrica y su domesticación. Ante este nuevo mundo no es de extrañar que surja
una nueva concepción del humanismo basada en la razón científica y cómo esta va
a ser ahora el pilar sobre el que se sostenga a la mentalidad europea y donde
edifiquemos una nueva cosmovisión de la realidad con un nuevo sistema ético y
político de carácter antropocéntrico.
Continuando con la serie dedicada al humanismo en la historia occidental
creo fundamental que nos detengamos en el Renacimiento puesto que esta es una
etapa axial en lo que se refiere al desarrollo posterior al que hemos llegado. Es
decir, es el primer trazo que define lo que entendemos hoy día por ser humano.
Es la época de las ciencias y su desarrollo, del florecer de las matemáticas
como herramienta para la comprensión del universo, del desarrollo de las artes
siguiendo un nuevo canon regido por la sutileza de los trazos el estilismo de
las formas. La época de la libertad inspirada por los ecos lejanos de otros
tiempos que, como indica el dicho, siempre
fueron mejores. Si bien es cierto que aún hay elementos de períodos
anteriores es aquí cuando se produce el giro copernicano, es decir, hacia lo
antropológico. A partir de este momento seremos la fuente del conocimiento y el
objetivo hacia el que este se dirige. El
Renacimiento es la época de los humanistas, de lo humano y de la humanitas.
Detalle de la Capilla Sixtina obtenido de http://arteyfotografia.com.ar
Con este término nos referimos al período que transcurre en Europa (surge en Italia, donde tendrá su mayor esplendor) entre
los siglos XV y XVI. Recibe este nombre por dos motivos; el primero es porque
quiere recuperar los elementos de la cultura clásica actualizándolos a su época[1].
El segundo es porque esta época se presenta como reacción a los siglos de
dogmatismo que, según ellos, representaba la Edad Media. Se va a
promulgar una libertad de pensamiento, acción y progreso gracias al saber.
Este, estando liberado de todo rigor religioso, va a ser la luz que los ilumine
y ayude a salir del “oscurantismo” medieval. –Nótese la ironía de la nueva concepción que adquiere el conocimiento
que, pretendiendo ser agnóstica, no deja de tener matices teológicos- Sus
mayores novedades y logros se van a producir en los ámbitos culturales, filosóficos
y científicos. Este último va a dar lugar a una renovación del saber impulsada
por la iniciativa privada (mecenazgo) de la incipiente burguesía capitalista.
No debemos olvidar que es cuando abandonamos el sistema proteccionista-esclavista
feudal por uno económico liberal fomentado por la rápida industrialización de las ciudades y la
atracción que esta supuso para gran parte de la población de ámbitos rurales
que se acercaban a esta siguiendo un anhelo de prosperidad. La liberación de
profesiones y la aparición de los primeros gremios y bancos. Todos estos
cambios supusieron un impulso para la ciencia ya que comenzó a ser entendido
como un saber beneficioso y útil para nuestras vidas pero su valor no se
quedará sólo en unas ventajas prácticas sino que gestará una nueva concepción
del hombre y del mundo[2].
En esta, el protagonismo lo toma el ser humano y, progresivamente, la visión
teocéntrica medieval se irá sustituyendo por una antropocéntrica –como indicamos en la introducción de la
entrada-.
Continuando con la serie dedicada a la cuestión del humanismo en la historia debemos de centrarnos ahora en una época que duró más de mil años y que conocemos de forma general como "Edad Media". En esta entrada veremos cómo aparece una novedad con respecto a las épocas anteriores y es que ahora lo que sea la humanitas y su existencia no dependerá del ser humano sino de Dios. Por lo que nuestra naturaleza no estría en nosotros mismo sino en el exterior. Antes de comenzar el análisis de esta idea creo que debemos de hacer una contextualización temporal y espacial precisa de la Edad Media para entender las causas que dieron lugar a este cambio de mentalidad con respecto a Roma y el giro antropológico, filosófico e inluso científico hacia lo religioso.
Este período comprende
históricamente desde la caída del imperio romano a manos de Odovacar en el 476
d.C. siendo emperador Rómulo Augusto, hasta la caída de Constantinopla y con
ella la pérdida de Bizancio en el 1.453 d.C.
La
destrucción del imperio romano supone el estancamiento y descomposición del
proceso civilizador iniciado en este período, al menos en la región noroeste de
Europa[1]. Esto
entraña la disolución de la vida urbana, del comercio y de la escritura y un
estancamiento en el proceso de civilización, al menos hasta el S.XI d.C.
Período que recibe el nombre de Baja Edad
Media. Tras el S.XI y hasta el S.XV vivimos la época que se denomina Alta Edad Media y que supone una
recuperación de los elementos culturales y civilizadores perdidos. Es aquí cuando
nacen organismos como las universidades y la banca como entidades que van a
institucionalizar y configurar tanto el conocimiento como la economía y serán
fundamentales para entender el mundo actual.
Continuando con la serie que pretende hacer un recorrido histórico por aquellas etapas que han supuesto una nueva fase en el desarrollo del humanismo como concepto y realidad debemos de detenernos ahora en el período de desarrollo de la cultura latina. Ya que es en esta época cuando se habla
de humanismo en sí. Al igual que en Grecia –ver
entrada anterior- se entiende que incluye elementos teóricos y prácticos y
que busca como objetivo la civilización. Pero, a diferencia de la paideia griega, este nuevo saber
pretendía llegar a toda la humanidad. Por lo que podemos ver Roma sigue la
senda iniciada y andada por Grecia pero va más allá de donde esta lo hizo. Así,
este modelo que analizamos es heredero directo de las enseñanzas helenas en
torno a la idea de humus cultural. Es
decir, del significativo papel que tiene la cultura en nuestro proceso de
humanización. Tal es así que entenderán que es un elemento más de nuestra
naturaleza y la educación uno de sus mayores logros. Dentro de los aspectos
prácticos de esta se centrarán en el papel que juega en nuestras vidas la
política y la ética. Un ejemplo claro lo podemos encontrar plasmado de forma
muy clara en la obra de Plutarco de Queronea.
Vemos que entre el pensamiento
heleno y el romano se produce una especie de simbiosis en la que podemos hablar
de pensamiento grecorromano como unión de las dos culturas más importantes y
poderosas de ese momento histórico –con
permiso de Egipto-. Esta simbiosis no sólo va a marcar el modelo humanista
seguido en la época, sino que va a influir en todo el pensamiento occidental
posterior. De ahí que nuestro modelo encierre en lo más profundo de su ser las
enseñanzas de estos primeros pensadores.
“Los principios
intelectuales de esta tradición son griegos y, antes de ser explicitados por la
filosofía, habían sido aplicados por la más antigua poesía helénica. Los
grandes escritores romanos los incorporan en el espíritu y en el estilo de sus
obras. En ellas, como en toda gran literatura, se logra una universalización de
la experiencia humana, que es la que les otorga la capacidad de convertirse en
modelo y fuente de inspiración para la cultura moderna. Sin el singular e
irrepetible proceso de asimilación de la cultura griega que realizan los
escritores romanos de la época clásica, no se habría establecido la continuidad
de una tradición que es el eje de la historia espiritual de occidente”[1].
Durante
estos dos meses de ausencia estival, he notado que las entradas que más visitas
han tenido y, por tanto, mayor interés han despertado son las relacionadas con
la cuestión del humanismo. He tratado este asunto centrándome en autores del
S.XXcon nombre propio, como son: Sartre,
Heidegger y Foucault. Y en escuelas o movimientos de pensamiento como La
escuela de Frankfurt y la Posmodernidad. Pero, en lugar de seguir tratando a autores
actuales como Lyotard, Vattimo, Sloterdijk, Bobbio y Magris más profundamente y
lo que hayan dicho sobre tales asuntos. Creo que debo emprender un recorrido
histórico que nos haga ver con detenimiento cómo surge este problema y su
importancia en el desarrollo universal de la filosofía y su influencia en la
forma de entender la vida, el mundo y nuestra relación con este. Ya advierto
que será un recorrido general y amplio por cada etapa y que la finalidad que
perseguimos no es la de conocer en profundidad a cada autor y su pensamiento
sino entender el espíritu y la esencia de cada momento de modo que si cometo
algún error o caigo en hacer generalidades pido disculpas y estoy abierto a
cualquier comentario u opinión que queráis expresar. Así, sin más preámbulos
creo que es necesario dar comienzo a esta pequeña serie de entradas y empezar
por donde (casi) todo comenzó, en Grecia.
La paideia griega.
Podemos situar la aparición de la
problemática en torno al humanismo y a la existencia de una humanitas, como elemento definitorio del
género humano, en la Grecia
del S.V a. C. Cuando Sócrates decide orientar su saber a plantear cuestiones
acerca del hombre y abordar cuestiones como el análisis de la razón y entender
la importancia de esta como elemento que orienta al hombre en la búsqueda de la Verdad
y como herramienta para fundamentar la ética. El ateniense, al centrar su pensamiento
en torno al hombre crea la filosofía antropológica dando nueva orientación al
saber filosófico alejándolo de los intereses previos planteados por los
pensadores físicos, como Tales de Mileto, Anaxágoras o Leucipo que intentaban
dar respuesta a la problemática del arché
y de la stoicheia. Es decir, El primer principio del que surge el universo y la
composición última de la realidad.
-A modo de aclaración, y antes de comenzar esta entrada, debo indicar que la Modernidad es un período que abarca varios siglos de nuestra historia y que contaría con Descartes, y la corriente filosófica racionalista, como uno de sus precursores (S.XVI). Como el objetivo de esta entrada es hablar de la relación "ser humano-tecnología" nos centraremos en el S.XIX como momento cúlmen de esta relación y analizaremos las consecuencias de esta. Puesto que nos centramos en un período muy concreto en algunos momentos la distinguiremos de la Ilustración (S.XVIII) como momento inicial de esta relación. Aunque en el fondo las partes formen parte del mismo todo. Aclarado este punto espero que la entrada sea de vuestro agrado.-
A lo largo de las distintas
entradas del blog se ha hablado de la modernidad y cómo esta ha supuesto un
cambio decisivo a la hora de configurar la imagen del ser humano que tenemos
ahora y poder, de ese modo establecer su humanitas propia. Esta época, el
S.XIX, supone el culmen del modelo humanista iniciado en el período anterior,
el ilustrado. Este entiende, al igual que los anteriores, que lo
definitorio del humano, es el conocimiento racional y la educación que este
trae consigo (elementos ya tratados en anteriores entradas). Pero ahora, se
trata de un conocimiento distinto. Ya no es la paideia griega o la civitas
romana. Tampoco es el desarrollo de todas las dimensiones del saber como
ocurría en el Renacimiento. Ahora se le va a dar primacía a un tipo de razón
cuyos conocimientos no tienen que ver con la ética ni la metafísica ni la
teológica. Ni siquiera tendrá que ver con la sociedad o el ordenamiento
político y legislativo de esta. Nos referimos a un saber que sólo nos permite
dominar el mundo sin buscar comprenderlo. La racionalidad científica. Ahora no
nos van a interesar los ¿Por qué? sino los ¿Cómo? Es decir, ya no queremos
saber cuál es la razón última del movimiento como nos enseñó, por ejemplo,
Santo Tomás en la primera de sus famosas vías al preguntarse ¿Por qué se mueven los seres? Ahora nos
preguntaremos por el cómo se mueven. Es decir, la pregunta hoy día es ¿A qué
velocidad se mueve ese vehículo?
Esta entrada nace con dos
propósitos, el primero de ellos es retomar la cuestión de la evolución tratando
la cuestión de la humanización y, el segundo de estos, introducir una cuestión
fundamental dentro de la organización de la filosofía antropológica que es la
Historia de la cultura. Así, presentaré esta rama del conocimiento comentando
aunque sea por encima sus planteamientos, objetivos y núcleos de estudio que es
la cuestión de la humanitas (concepto ampliamente tratado en este blog y del
que podemos decir de forma resumida que lo definimos por “naturaleza humana”. Es decir, una esencia
común o un “suelo firme” en el que apoyar la idea de lo que seamos. Así, esta cuestión
la hemos tratado de forma profunda en las entradas dedicadas a los franceses J.
P. Sartre y M. Foucault).
Pese a que las cuestiones que
estudia la Historia de la Cultura han sido tratadas por los más importantes
pensadores a lo largo del tiempo esta especialidad no toma cuerpo hasta bien
entrada la segunda mitad del pasado S.XX. Surge en este momento, por parte de
muchos filósofos la necesidad de analizar qué ha sido el ser humano en cada etapa
histórica y cómo se ha definido su humanitas
para así poder entender el momento que estamos viviendo y saber cómo responder
a preguntas como: ¿Hay una definición cerrada de lo que sea el ser humano?
¿Hemos sido “lo mismo” siempre? De ser así, sucesos históricos como las dos
guerras mundiales, el desarrollo nuclear, la carrera espacial, internet o el
mismo telégrafo ¿Debemos entender que han ocurrido al margen de nuestra vida y que
no han afectado a nuestra naturaleza? En definitiva, podemos plantear la
cuestión de una forma resumida y concisa que atañe directamente a la raíz de
las cuestiones planteadas: ¿Existe el concepto de humanismo?
“La vida es el hecho fundamental que debe constituir el punto de partida
de la filosofía […] La vida no puede ser llevada ante el tribunal de la razón”.
W. Dilthey
Antes
de nada me gustaría indicar, como es costumbre en este blog, los motivos que me
han impulsado a escribir esta entrada. Un joven "seguidor de Minerva" me pidió
que le explicase el pensamiento de Ortega y Gasset ya que debe estudiarlo
para la futura prueba de acceso universitario y que, por falta de tiempo, no ha podido estudiarlo en su centro educativo. En esta entrada expongo un resumen
de lo que, en mi opinión, debería conocerse de este pensador para el nivel requerido. Como guía procedimental me he
ayudado del manual de Historia de la Filosofía de Navarro Cordón y Tomás Calvo
ya que considero que es el más completo adaptado al nivel que vamos a trabajar. Como en la actualidad se trata, al menos en Andalucía, desde la rama ontoepistémica. Nos centraremos
únicamente en las cuestiones que tratan sobre el ser, la realidad, el conocimiento y el fundamento de estos
conceptos. Obviando, por tanto, los elementos éticos y políticos que conforman
el sistema de pensamiento de este genial madrileño. Así, trataré cuestiones
como las de contemporaneidad, hombre masa o rebelión en futuras entradas con el fín de completar el sistema de pensamiento de Ortega.
Primero de tres vídeos de la serie de programas de televisión "Héroes del pensamiento" Presentada y dirigida por el filósofo español Fernando Savater dedicados a Ortega y Gasset.
Para enfrentarnos, de una manera
ordenada, al pensamiento de Ortega y Gasset debemos responder a la pregunta ¿Qué
es filosofía? El madrileño responde a esta cuestión enfrentándola al saber científico ya que este es el saber considerado más alto por su búsqueda de rigurosidad y resultados objetivos.
Continuando con el bloque dedicado a la
obra Las palabras y las cosas, del
francés M. Foucault analizaremos un concepto originario y propio de la episteme
moderna y del que hicimos mención en la entrada anterior: “las ciencias
humanas”. Estas las podemos definir como aquellas que surgen, y se configuran,
en torno al ser humano y aparecen como análisis que completan el conocimiento
que nos aportan el resto de saberes; las “ciencias físicas” (matemáticas,
química, física, biología,…). Estas, como sabemos, conciben al ser humano al
modo positivo. Es decir, como un ente
susceptible de conocimiento del que podemos obtener información objetiva. Buscan,
en definitiva, un conocimiento claro y eterno. Así, lo que sea el
hombre dependerá de la información que nos aporten de este. Así, por ejemplo, ciencias como la
biología lo entenderá como el resultado de la combinación de una cadena de
genes. La química como un compuesto de carbono y oxígeno y así el resto de
ciencias. Por tanto, si queremos un saber completo de nosotros mismos tendremos
que sumar las distintas perspectivas las cuales, como diría Ortega y Gasset nos dan una visión enriquecida y mientras más perspectivas más completa será la imagen que tengamos. Esta es la visión que ha imperado desde
que surgió el positivismo en el S.XIX (aún hoy sigue presente en el neopositivismo y en la nueva filosofía de la ciencia) y que ha dado lugar al cientificismo actual. Para Foucault, este enfoque hace que el
ser humano sea visto como un compuesto. Esta idea le valdrá la etiqueta de estructuralista, etiquetaque rechazó varias veces a lo largo de
su vida.
Extenso documental que nos acerca al pensamiento de M. Foucault. (Subtitulado al español)
En
la entrada anterior del blog, dedicada a Foucault, vimos las conclusiones a las
que llega el pensador francés tras realizar su estudio arqueológico sobre la Historia, y lo que ha
ocurrido con los conceptos claves que la sostienen. Nos ha dado una metodología
de investigación que consiste en fragmentar a esta en distintas épocas para
conocer la realidad y la mentalidad que imperaba en cada una de ellas. El
objetivo de este ejercicio descansaba sobre la idea que para poder entender el presente
hay que conocer el pasado. Así, si conocemos cuál ha sido la imagen que ha
tenido la humanidad de sí misma en cada momento podremos conocer cuál es la que
tiene en la actualidad. A esta forma de trabajar la denominará “arqueología del
saber”.
Con
esa intención nace la obra en la que centraremos el estudio de esta entrada (y
la anterior que sirvió como introducción a esta): Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Su
objetivo no es otro que el conocer la evolución que ha seguido la palabra
“humanidad” a través de las formas del saber que objetivan al sujeto y el
lenguaje que este emplea. Con el objeto de descubrir si aún hoy en día tiene
sentido el seguir usando dicho término ya que entiende que, tras los terribles
sucesos bélicos ocurridos en la primera mitad del S.XX y los nuevos descubrimientos
científicos, sobre todo en el ámbito de la genética, la idea de humanitas parece que progresivamente se
erosiona. Debilitándose, de ese modo, la idea que podamos tener sobre lo que sea
el ser humano. Se ha debilitado tanto que Foucault cree, como entendió
Heidegger en su obra Cartas sobre el
humanismo, que se ha agotado.-No
obstante, estos pensadores proponen soluciones distintas a esta cuestión ya que
el alemán buscará una nueva forma de humanismo “antihumanista” alternativa a la
existente ya que entiende que esta ha fracasado. A continuación veremos la
solución planteada por Foucault-
En esta entrada, continuando con la
anterior dedicada a Sartre, quiero entrar en el ámbito de la filosofía
contemporánea y responder a la cuestión ¿Qué
es el ser humano? Ya que esta es la que a mi juicio es la gran pregunta que
aún debe responder la Filosofía.
M. Foucault
Nos centraremos en el
pensamiento del francés Michel Foucault, quien para muchos ha sido el gran
pensador estructuralista del S.XX (pese a que él rechazaba que su pensamiento
fuese catalogado dentro de este sistema de pensamiento. No obstante, y una vez que se lea esta entrada podrá entenderse porqué muchos ven a Foucault dentro del estructuralismo) y su obra Las palabras y las cosas. Por tanto, esta
entrada no pretende hacer un estudio profundo de esta obra ni del pensamiento
del autor sino más bien tratar de una forma resumida y sencilla las ideas que
expone en esta obra el francés y que responden a la cuestión planteada sobre el
ser humano. Así, no comentamos el papel que ha tenido su pensamiento en el ámbito de la psicología o en el educativo (tales cuestiones debemos de dejarlas para futuras entradas).
Comenzaremos la entrada contextualizando a la filosofía y su labor en la actualidad, seguiremos con la filosofía de este pensador y la
idea que este ha tenido del hombre, la historia y el papel que ha jugado este
en ella. -Espero que sea de vuestro
interés-.
Esta entrada nace para
comentar la obra El existencialismo es un
humanismo. Este es un pequeño escrito de Jean Paul Sartre (1905-1980), máximo exponente
del existencialismo. En esta el francés entra a discutir una de las grandes
cuestiones que han conformado la historia de la filosofía occidental. Esta no
es otra que la de la humanitas. Es
decir, la idea del humanismo,
entendido como una naturaleza común a todos los seres humanos. No sólo el
debate ha girado sobre la existencia o no de tal concepto sino que, de existir
esta humanidad saber si es cerrada y,
por tanto, no ha cambiado desde que apareció el primer homo sapiens sapiens o si, por el contrario, va cambiando con el
tiempo. De ser así entonces se debe descubrir cuáles son aquellos factores que
la determinan. Esta cuestión tan general toma especial relevancia en el S.XX
debido a los tristes acontecimientos bélicos de los que hemos sido testigos.
¿Cómo aquél ser del que el siglo anterior auguraba los más altos logros y cotas
acaba siendo su propio verdugo? ¿Por qué esa inteligencia y desarrollo
tecnológico que nos podían haber llevado a ser mejores seres nos ha condenado?
Sartre entiende que es
necesaria una reelaboración del concepto mismo de humanitas. Así, en su escrito
reivindica el humanismo para su movimiento ya que entiende que lo que define al
ser humano son dos de sus facultades: la
voluntad y el entendimiento. Es
así ya que las concibe como los pilares sobre los que se sustentan la
existencia y la esencia humana.
Esta selección de vídeos que expongo a continuación conforman la explicación de la filosofía de J.P. Sartre dada por el pensador, y divulgador, español Fernando Savater para el programa de televisión "La aventura del pensamiento"
Parte 1 de 3
Podemos
afirmar que el existencialismo va a ser la investigación sobre la existencia
humana a nivel individual. En su definición de hombre no va a salir de la
existencia concreta y particular de lo que sea cada persona y será aquí donde
resida la originalidad de su planteamiento puesto que en los dos últimos siglos
el ámbito desde el que se concebía a este era el público (social y político)
relacionándose la idea de humanitas
con otras como la: libertad, igualdad y fraternidad. Así, el auténtico valor
del análisis sartriano reside en haber sabido rescatar del ámbito público al
humanismo.
Esta entrada surge con la intención de ampliar el
campo de perspectiva en lo que se refiere a la fe y al posicionamiento que se puede tomar ante lo sagrado. Siendo simplistas podemos
establecer que hay dos posturas; o se cree o no se cree. O lo que es lo mismo,
se es creyente o ateo. Debemos suponer que no puede ser algo tan simple ya que de ser así, por ejemplo, todos los creyentes
deberían de creer en lo mismo, de igual forma y en el mismo grado y sabemos que eso no ocurre.
-De igual modo que podríamos decir que sólo se pude ser del Madrid o del
Barcelona o del Sevilla o el Betis. Excluyendo de esta regla al resto de
equipos de fútbol, a las personas que no les gusta el fútbol y sí el
baloncesto o a las personas que no les gusta ningún deporte-. Así, afirmamos que cada persona cree, o no cree, de una manera distinta y personal. De modo que la cuestión debe de definirse más. Por esto he creído necesario introducir la cuestión del ontologismo ya que
enriquece nuestro conocimiento y quizás aclare dudas a
algunos lectores. En esta entrada analizaremos, en un primer momento, el concepto en sí para luego hacer un recorrido histórico para conocer a aquellos filósofos que han planteado sus sistemas de pensamiento bajo esta perspectiva y concluiremos analizando lo que sea del fenómeno en la actualidad.
A lo largo de la historia un
elemento que han tenido en común las distintas civilizaciones (caldeos,
babilonios, egipcios, griegos,…) ha sido preguntarse por sus orígenes y todos
han dado explicaciones de carácter teológico. Es decir, el origen de la vida se
lo debemos a una o varias deidades. Evidentemente siempre hay excepciones como
es el caso del filósofo griego Anaximandro que da una respuesta de carácter
científico al decir que la vida, y por tanto el ser humano, surgió del lodo
resultante de la separación primigenia del agua y la tierra -aunque no lo parezca es una explicación de
carácter racional-. No será hasta el S.XIX, con Charles Darwin, cuando
aparezcan las primeras teorías que no busquen una explicación de carácter
metafísico. Precisamente, este ha sido uno de los grandes logros, visto desde
la perspectiva filosófica, de la teoría evolutiva darviniana.
En esta entrada estudiaremos cómo
se ha producido el cambio gradual explicativo en la teoría sobre el origen de
la vida y la aparición paulatina de ideas evolutivas. Es decir, cómo hemos
pasado de buscar razones teológicas a otras de ámbito racional que lograron sentar
las bases para que Darwin pudiese escribir en 1859 su obra El origen de las especias en la que establecía su teoría evolutiva
y la idea de “selección natural”. Por ello, entiendo que es necesario hablar de
los precedentes de su teoría y el haber establecido previamente qué significa
el concepto “evolución” (lo podéis leer en la entrada anterior).
Esta imagen nos puede servir para ilustrar los temas centrales de esta entrada; por un lado cómo las teorías en torno al origen de la vida han tenido dos respuestas (religiosa y científica) y la importancia axial de las teorías de Darwin ante tal cuestión.
Este es un concepto clave en el
ámbito del pensamiento por todas las implicaciones que tiene. No sólo en el
filosófico, sino también en el científico ya que afecta a todas las dimensiones
y aspectos de la vida del ser humano. Por ello creo que es un tema que debemos
de tratar a lo largo de varias entradas en este blog. Creo que la mejor forma
de analizarlo sea dar primero una definición de tal concepto (finalidad de esta
entrada), posteriormente tratar las principales teorías evolutivas para poder
así pasar del ámbito científico y biológico a otros con más implicación
filosófica como pueden ser: El social, cultural, económico o político. Finalizando
con una aproximación a la antropogénesis –Debo
aclarar que como esta primera entrada pretende un análisis desde el ámbito
científico no se hará referencia a cuestiones teológicas. Dichas cuestiones las
dejaremos para otra entrada ya que es un tema más amplio, si cabe, que este que
tratamos ahora.-
Evolución, en un primer momento,
significa cambio ya que implica que
el estado actual de un sistema es el resultado de un proceso continuo venido de
un estadio anterior. Es una idea muy general ya que también era aceptada por los
defensores de las teorías catastrofistas que admiten el cambio pero no la
evolución (La teoría catastrofista es aquella que entiende que el origen de la
vida viene motivado por momentos violentos, catástrofes, en la naturaleza. Así,
los dinosaurios fueron catalogados como criaturas antediluvianas y las especies
actuales como postdiluvianas. No habiendo sufrido estas ninguna transformación
en sus organismos ya que obedecerían a un diseño fijado por Dios. Por ello
estas teorías han sido calificadas como fijismo).
Pierre Gassendi ha sido una de esas figuras peculiares que, a veces, no muy a menudo, nos regala la Historia. Fue un pensador que, en su persona y hacer diario, conjugó las tendencias y actitudes más opuestas y las supo conciliar; por un lado fue un gran científico, destacando en astronomía y en matemáticas, y, por otro, fue un fervoroso clérigo (tendencias que ya, en la moderna europea, estaban muy apartadas). Mantuvo una actitud escéptica y a la vez una inquebrantable fé. ¿Cómo pudo ser así? Antes de responder a esta cuestión debemos contextualizar la época de este personaje para poder entender mejor su pensamiento.
Vive en el S.XVII, "la revolución científica" ya había triunfado -de la que ya hemos hablado en la entrada dedicada a Leibniz-. Una nueva visión del universo impera, la mecanicista, y una actitud nueva ante la vida emerge. Aquella en la que el hombre se comprende como criatura dominante en el mundo ya que, gracias a las matemáticas y a la física, es capaz de crear un método de conocimiento que le permite establecer leyes que le llevan a predecir cualquier acontecimiento físico que ocurra, tanto a nivel cósmico como terrenal.
¿Qué es la belleza? ¿Podemos definirla? ¿Se ha tenido siempre la misma concepción?
Estas son preguntas muy generales sobre uno de los más generales temas de la Filosofía. Pero, por ello no debe de dejar de plantearse. Hoy en día asumimos sin más que algo es bello y entendemos que hay una objetividad en tal juicio; es decir, lo que para mi es bello tiene que serlo para los demás. Además, esta valoración la solemos aplicar, de un modo apresurado y subjetivo, a cuestiones relacionadas con la hermosura o el arte (al hablar sobre si tal persona me parece guapa o fea o si tal obra de arte me gusta o no) preestableciendo, de este modo, una relación entre estética y belleza sin, por un lado, analizar la naturaleza de tal relación. Ni, por el otro, pensar si la idea de belleza se puede, o se ha podido, aplicar a otros aspectos de la dimensión humana.
Estas y otras cuestiones son las que intentaré esclarecer en esta entrada al blog. Para ello partiré de un análisis histórico del concepto de belleza en el que presente la perspectiva desde la que se ha tratado tal cuestión en las distintas épocas. No pretendo dar una respuesta definitiva al asunto, tan sólo aclarar un poco más la problemática a quellas personas que se interesen por tal cuestión.
-Aclaradas tales cuestiones os invito a la lectura recordando las palabras que el genial Locke escribió en su prólogo a Estudio sobre el entendimineto humano: "Me daré por satisfecho si encontrais en esta lectura la mitad del agrado que yo sentí al escribirla".-
Partiendo de una idea de José Ferrater Mora podemos comenzar nuestro análisis con la obra platónica Hipias para poder enfrentarnos de lleno a la tarea que aquí presentamos. En esta obra, el sofista Hipias (el más grande junto a Protágoras) mantiene un punto de vista subjetivisto en torno a la cuestión de la belleza y la entiende como lo agradable, útil, placentero y lo hermoso. Sócrates, en realidad Platón, mantiene una postura objetivista diciendo que la belleza no la podemos experimentar tal cual es por los sentidos (ya que estos no son una fuente fiable de conocimiento) sino que pertenece al plano epistémico y es aquello que hace que en su esencia las cosas puedan ser calificadas como bellas. Es decir, la aprehensión de la belleza es más racional en el filósofo y más sensitiva en el sofista. Tatarkiewicz en su obra Historia de seis ideas enuncia la que denomina "La gran teoría" en la que se refiere a la idea que se ha mantenido a lo largo de la Historia de occidente en torno a la belleza. Estableciendo lo que esta ha sido en períodos como: Grecia y Roma, Edad Media, Renacimiento, SS.XVIII-XIX y S.XX. Concluye de su estudio que la belleza al principio ha sido tratada de un modo objetivo y paulatinamente esta ha dado un giro hacia la subjetividad. No obstante, en todos y cada uno de los períodos encontramos posturas que defienden tanto una como otra vertiente.
Grecia y Roma.
En este período se entiende por bello aquello que es proporcionado y ordenado. Es una cualidad objetiva y la podemos encontrar en la naturaleza. Es un concepto que va a englobar la realidad. Así, Homero establecerá la idea de kalón, como belleza eterna que abarca ideas morales y políticas. Originando una concepción que aún hoy se mantiene aunque de forma inconsciente; las cosas bellas tienen que ser buenas (por eso Medusa era tan fea y las diosas tan bellas). A esta idea se suman los pitagóricos con su concepto de la "euritmia", ritmo cósmico que explica el origen y funcionamiento del universo. Platón con su "mundo de las ideas" en la que la belleza se situaría en el plano de la pistis siendo un paso previo para conocer la idea suprema de Bien (Además de su Hipias, es interesante estudiar El banquete donde trata más profundamente el asunto al establecer una línea de ascenso a la belleza pasando por sus dintintos estadíos). Aristóteles habla de las artes y más concretamente de las bellas artes como aquellas cuya finalidad es imitar a la naturaleza por un proceso de mímesis. Así, mientras mejor la imite más bella será.
En contra de la objetividad nos encontramos con sofistas como Dialexis o Epicarmo, que entienden que al ser el hombre la medida de todas las cosas será él quien determine qué es lo bello y por tanto habrán tantas definiciones como personas existan. A esta línea de pensamiento también se adhiere Epicuro y los hedonistas para quienes lo bello es lo que produce placer.
En Roma, de forma resumida, decir que se seguirá principalmente la línea marcada por Platón con pensadores como Cicerón, Vitrubio (interesante es su obra Diez libros sobre arquitectura, para él el arte por exelencia ya que en esta se dan todas las características que debe poseeralgo para ser calificado como bello. Entre otras: durabilidad, agradabilidad, funcionalidad, adecuación, equilibrio y mesura) y Plotino, siendo este el padre de la escolástica quien, además, descubre la potencial dimensión docente de este concepto que estamos tratando.
Edad Media.
Sigiuendo la senda marcada por Plotino nos encontramos con Gregorio Magno que insiste en la función docente de la belleza ya que con esta se educaba al pueblo y se le instruía en la fé. Además, en esta época se introduce la idea de iluminación como característica de las cosasque poseen belleza. San Agustín de Hipona establece la idea de splendor dei, en la que el mundo al ser creado por Dios es reflejo de su gracia y, por tanto, representar las cosas naturales es bello haciéndolo de un modo fiel. Una obra a destacar de este filósofo es De pulchro et apto. Casi diez siglos después, en el S.XIII, nos encontramos a Santo Tomás que establece que todas las cosas son bellas al ser creadas por Dios (el cual posee en grado máximo entre otras las cualidades universales de belleza y pulcritud, además de bondad y unidad, entre otras). Dirá que una cualidad de la belleza es la proporción entre las partes que conforman al objeto. Proporción que podemos encontrar en la naturaleza. Además,establece una gradación en los sentidos donde son más bellas aquellas artes que plasman la belleza de una forma visual y auditiva y de menos valor aquella que es pástica.
El Renacimiento.
Supone un intento de recuperación del espíritu grecolatino (que no, como se suele creer, una imitación sin más de su cultura y valores puesto que estos ya estaban muertos y obsoletos para las sociedades del S.XV) y por ello se sigue creyendo que bello es aquello proporcionado y armonioso en conjunto. Como lo entienden Petrarca y Durero. No obstante, ya empiezan a surgir críticas a estas ideas. Críticas que van ganando adeptos como es el caso de Perrault (no el autor de cuentos infantiles) que polemizó con Blondell acerca de la supuesta objetividad de los cánones de belleza establecidos. Afirmó que bajo esa supuesta objetividad descansa lo subjetivo. Para ello argumenta que lo que es bello cambia según la cultura y época que tratemos. Blondel defendía la universalidad de los cánones establecidos. Con esta polémica comienzan a haber fisuras en el edificio racional construido.
SS.XVIII-XIX.
El empirismo inglés con Hutchenson va a entender que lo racional, como fundamento último de la realidad como entendía Leibniz, carece de sentido porque si todo es racional se deduce, en último término, que no puede haber nada que sea libre ni original ni genuino. Entienden que si la razón no es la fuente de conocimiento de la realidad tampocopuede serlo de lo bello. Quien radicalice esta idea será Hume al decir que aquello que entendemos por bello es eso que por repetición y costumbre nos han dicho que lo es y, sólo por esa razón, somos capaces de hayarlo y reconocerlo (algo similar dirá sobre la ciencia).
Podemos establecer que el S.XVIII es el de los conceptos. Estos aún hoy persisten y los empleamos asiduamente en nuestro lenguaje común. Se comienza a hablar de lo sublime (este concepto nació en el S.XVI como sub lymen, etimológicamente significa "aquello que descansa bajo el abismo". Pero, no será hasta el S.XVIII cuando se trate con rigor y se le de valor). Lo sublime será aquel impulso casi místico, y por tanto que escapa a la razón, que nos afecta espiritualmente al experimentar lo bello. Kant, en su Crítica del juicio, hace un análisis parecido del concepto del gusto. De este dirá que es un sentimiento que nace de la combinación de imaginación y entendimiento al realizar un ejercicio de contemplación desinteresada, alejándola así de cualquier tipo de finalidad o utilidad. Tanto sublime como gusto tienen un elemento en común y es que ambos son sentimientos y como tales son subjetivos. A estos se les une otro que es fundamental para el tema que estamos tratando y es el de estética, creado por Baumgarten, y que paulatinamente irá sustituyendo al de belleza para referirnos a la experiencia de contemplación artística. El arte ya no se va a definir racionalmente, ya no va a ser ni proporción ni mesura ni adecuación. Así lo expresa el movimiento artístico de esta época, el romanticismo con representantes en todas las disciplinas. Por ejemplo nos encontramos; en pintura co Turner y Friedrich, en música a Wagner, en literatura a Swift y Shelley y en poesía con Hölderling.
No obstante, en esta época también encontramos a aquellos que aún conciben a la belleza del modo racional. Como es el caso de Hegel para quien esta no es más que la representación plástica de la conciencia antes de convertirse en espíritu universal -quizás algún día debamos hablar profundamente de este pensador-. De modo que esta no escapa a su conocido esquema dialéctico siendo los momentos de esta: Hipótesis - Oriente, Antítesis - Grecia y Roma y Síntesis - Epoca cristiana, más concretamente la prusiana. La representación plástica tampoco escapa a su dialéctica siendo esta: Hipótesis - pintura, Antítesis - música, Síntesis - poesía. Marx también concebirá lo bello de una forma objetiva y lo analizará desde una perspectiva histórico-material en la que la belleza es un arma ideológica en manos de la clase dominante cuyo objetivo es perpetuar el status quo de privilegio en detrimento de la vida y necesidades del proletariado. Los artistas estarán al servicio del poder. Dicha situación cambiará con la revolución proletaria y el ascenso del socialismo.
S.XX-XXI.
En esta época se ha producido una ruptura total en la relación belleza-objetividad. Esta ya se trata como un sentimiento y nos referimos a esta sólo al hablar del arte y la experiencia estética (recordemos que este concepto nació de un modo globalizador incluyendo a la moral, la política y a la esencia de la naturaleza misma). El arte ya no se relaciona con lo bello, no quiere ser bello y escapa a los cánones clásicos establecidos. Prueba de esta idea son primero los "ismos" que se dieron en la primetas del siglo (surrealismo, dadaismo, futurismo y cubismo con Picasso). En la segunda mitad de este el arte pop con Warhol y Lietchenstein que quería representar lacotidianeidad de la vida y, por último, el arte abstracto. Ya no queremos imitar la naturaleza, ni siquiera representarla. Ahora sólo nos interesa la impresión de esta, expresar sus sensaciones. Es decir, la subjetividad en grado máximo. Ejemplos los encontramos en Chillida o Tapies. De hecho, como hace actualmente Antonio López ya no interesa ni siquiera la obra acabada, hemos asistido a su deconstrucción misma y ahora nos interesa más el proceso de creación que la obra en sí (la película El Sol del membrillo de V. Erice es la más clara ilustración de esta idea). El arte, lo estético y lo bello escapan de esta forma a toda definición cosificadora y globalizadora como pretendió en su día el mismo Platón.
Con este breve recorrido he pretendido hacer ver que la cuestión sobre la belleza no es algo tan vacuo como muchos pueden llegar a pensar. Sino que es un tema de amplio estudio en el que encontramos que muchas de las mentes más brillantes de la humanidad han expresado su opinión y reflexionado sobre el asunto. Como diría Foucault, hemos hecho un ejercicio de arqueología del saber en el que hemos investigado, a modo general, las dos grandes posturas que han estudiado el asunto de la belleza: La objetivista y la subjetivista. No obstante, en este análisis no hemos tratado aquellas que tratan la cuestión desde la moral ni desde el análisis del lenguaje. Tampoco hemos hablado de otros pensadores como: Alcunio, Nietzsche, Poe o Dostoievski. No obstante creo que el valor de este artículo no recae tanto en la precisión y profundidad de su análisis si no en haber establecido a rasgos generales una de las mayores discusiones que se ha planteado la filosofía y que ha dado origen a una de sus ramas más prolíficas como es la estética. Así como presentar aquellos conceptos fundamentales de dicha rama.
Este video realizado por los alumnos de filosofía del Instituto Manuel Dorrego (Argentina) nos muestra de una forma sencilla y clara cómo ha ido cambiando el concepto de belleza en la Historia por lo que nos sirve de gran ayuda para lo expuesto en esta entrada.
Leibniz ha sido una de las mentes más preclaras que ha dado la Historia mundial, para muchos por encima de Aristóteles ó Einstein. Pero pese a ello ha sido relegado a un segundo plano en "El salón de la fama humano". Entre sus logros destacan el magnífico edificio filosófico que construyó, el primer sistema de lenguaje lógico, idear la primera calculadora (abandonando la idea al ser consciente de que aún no se había desarrollado la tecnología necesaria para poder llevarla a cabo), el cálculo binario, el cálculo diferencial, el infinitesimal y supo ver tres siglos antes que Einstein la relatividad del universo, aunque lo interpretó de un modo metafísico y no físico-matemático. No olvidemos que Leibniz, pese a todo, es un hijo de su época, Ss.XVII-XVIII.
En el S.XVI el mundo había entrado en el Renacimiento y con él llegó un nuevo paradigma. Este supuso un cambio en la visión del universo y del mismo ser humano y recibió el nombre de "la revolución científica". En esta intervinieron personajes tan famosos, e insignes, como: Copérnico, Galileo y Newton. Con ellos, como veremos, el universo pasa de ser heterogéneo (Aristóteles que dividía al cosmos en dos planos: sublunar y supralunar obedeciendo cada uno a sus propias reglas sin interactuar entre ellos) a uno homogéneo (todo el cosmos obedecía a las mismas leyes y se comportaba del mismo modo siendo todo uno). El primero aportó una visión heliocéntrica del universo que era más sencilla que la que imperaba en ese momento, el segundo la completó y amplió y el último de estos fue el que con la teoría de la gravedad supo dar una interpretación omnicomprensiva al universo al establecer una única ley que explicaba el curso de los cuerpos celestes y terrestres. Esta visión de corte mecanicista entendía que el universo, el mundo y el ser humano funcionaban como una máquina y, como tal, se comportaban de un modo determinado. Es decir, siguiendo unas leyes fijas e inmutables que rigen su comportamiento y están inscritos en su esencia (consecuencia colateral de esta apreciación es la supresión del libre albedrío, como determinó Hume). De modo que si conocemos dichas reglas podremos predecir y saber lo que ha ocurrido en el pasado u ocurrirá en cualquier momento del futuro. Las implicaciones de esta idea tan simple son enormes puesto que en último término llegamos a dominar el mundo. Con la ley de la gravedad y el concepto de fuerza Newton determinó que el universo no podía ser como suponía el paradigma anterior, basado en el esquema aristotélico-ptolemaico: Geocéntrico, cerrado, finito, completo y esférico. Tras siglos de discusiones y críticas a esta visión del universo (debemos de recordar en este punto los avances que supuso el Merton College de Oxford, entre otros) Newton llegó a la conclusión de que el universo, que ya era heliocéntrico, era abierto e infinito y en este, el espacio y el tiempo eran constantes y continuos; es decir, el tiempo se entenderá como una sucesión infinita de instantes iguales y el espacio como una de parcelas extensas y homogéneas de modo que no habría ni principio ni final ¡Era infinito! (aún hoy lo sigue siendo).
Este video nos muestra claramente las diferencias entre el modelo geocéntrico ptolemaico y el heliocéntrico copernicano.
Leibniz fue un pensador que se caracterizó a lo largo de su vida por tres cualidades: Destacar intelectualmente entre sus iguales, la tacañería y el buscar siempre la armonía y el acuerdo. Así lo intentó a lo largo de su vida con las distintas monarquías europeas y religiones pero sin éxito. Por esta idea de armonía intentó unir lo mejor del pensamiento escolástico medieval con lo mejor del moderno racionalista. Intentó hayar esa línea de equilibrio que mantuviese las grandes verdades de estos períodos y que de ese modo aún siguiesen vigentes. Así, por un lado, mantuvo que accedemos a la realidad por medio de la razón (propio del racionalismo) y que esta ha sido creada por Dios cuya existencia queda demostrada por el argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury (propio de la escolástica). Al tener un origen divino la base sobre la que se sostiene el mundo es metafísica.
¿Cuál es esta base para nuestro filósofo alemán?
Leibniz entendía, al igual que hoy, que lo que compone la materia en último término no es material y escapa a los sentidos (no nos asustemos, sabemos que la materia está formada por átomos que no podemos ver y estos son energía) y por tanto que no conocemos la realidad tal cual es (no volvamos a asustarnos, pensémoslo un momento. Lo que creemos que es el mundo no es así, lo que conocemos es lo que nuestra mente nos enseña a partir de la información captada por los sentidos ¿Acaso podemos ver los rayos ultravioletas, las ondas de radio o la señal de internet? No, pero sabemos que existen y que nos rodean). A esa misma conclusión llegó este filósofo alemán, pese a no existir aún ni la radio ni la WI-FI de nuestra casa, pero estudiando la cuestión desde la metafísica. Así, vió que el mundo y su percepción es relativa y depende de lo que nuestros sentidos digan a la razón por lo que el conocimiento se inicia en la razón (racionalismo). Por ejemplo, según el punto de vista desde el que nos situemos veremos que el objeto A está más cerca que el B, pero si cambiamos la posición veremos a B más cercano. Si todo es relativo y los sentidos "nos engañan" concluimos que no podemos tener un conocimiento cierto del mundo, al menos no un conocimiento perfecto (ahora sí podemos asustarnos. No, es broma). Leibniz afirma que sólo puede tener un conocimiento global un ser que sea perfecto y este es Dios (escolástica). Este ha creado el mundo y es el único que puede entenderlo y ver cómo es en la realidad, sin perspectiva. Lo entiende porque es su creador.
¿Qué ha creado Dios y por qué?
La respuesta de Leibniz a la primera pregunta es: "Un conjunto de seres materiales complejos ("complejo" no significa complicado sino que está formado por varias partes) y para conocer a estos hay que ir descomponiéndolos en sus partes más simples, actuar del mismo modo con estas y así sucesivamente hasta llegar a las indivisibles las cuales no podrán ser materiales porque como ya sabemos todo lo material se puede descomponer. De ahí que lo que conforme la naturaleza escape a lo material físico y pertenezca al plano metafísico. Estas partes simples, o entelequias, reciben el nombre de "mónadas" y sus características son: Ser únicas y distintas (no hay dos iguales, ya veremos por qué), indivisibles, creadas por fulguración (es decir, de la nada), no se comunican entre sí, están ordenadas jerárquicamente, no están abiertas al mundo y contienen todo el plan divino para el universo. Es, precisamente, por este plan divino armonioso por el que se conectan sin tocarse formando los cuerpos físicos que conocemos ya que obedecen al principio de causalidad que Dios ha establecido desde antes de que existiese el universo. De ahí que las mónadas en sí puedan contener la imagen de todo el universo en sí ya que son eternas, indestructibles y necesarias para el universo como un eslabón lo es para una cadena. La armonía divina hace que los planetas giren, que la Luna salga tras el día, que el agua se evapore al alcanzar los 100ºC y que los seres humanos tengamos una nariz. Con esto respondemos a la segunda de las preguntas anteriormente planteadas.
Es decir, Dios crea el universo porque entiende que es necesario
hacerlo y lo hace del modo en que lo conocemos porque era la forma en que tenía que crearlo.
Pero si nuestra visión del universo y el mundo es relativa debido a nuestra insuficiencia para alcanzar a conocerlos y entender los planes divinos ¿Cómo sabemos que es así? Leibniz nos lo explica con una argumentación lógica que parte del principio de razón suficiente. Este establece que todo lo que hay es y existe por una razón determinada, no hay nada en la naturaleza que sea superficial. Al ser Dios el creador de todos los seres les ha conferido a estos en su ser su propia finalidad. Además, continua afirmando que como Dios es la bondad y la generosidad en grado máximo todo lo que ha creado ha sido lo mejor posible en su especie ya que un ser bueno y todopoderoso no puede crear algo que sea perfectible, es decir, que sea mejorable. No puede hacerlo porque escapa a su propia naturaleza. A estos principios se le une uno más que es el de la identidad de los indiscernibles, es decir, que Dios no puede crear dos seres iguales, de ahí que las mónadas sean distintas. No lo hace simplemente porque no tendría sentido ya que lo mejor, por definición, no puede ser más que uno (pensemos un momento: ¿Si hubieran dos, tres, cuatro seres exactamente iguales cuál sería el mejor, en base a qué criterio podríamos elegirlo sobre el resto? No podríamos porque no sería lógico y precisamente si algo tiene este mundo es lógica y sentido). De modo que ha creado el mejor de todos los mundos que podía haber creado y así mismo ha hecho con los seres humanos, el jamón serrano, la paella y, en general, con todo lo que nos rodea -esta idea es muy polémica cuando analizamos la existencia del mal en el mundo, cuestión que abordaremos en un futuro-. De modo que si estos principios rigen en la realidad, el universo no puede ser continuo con un espacio y un tiempo constantes porque, para Leibniz, es ilógico y rompe con la idea de armonía. El espacio no puede ser un continuo de parcelas homogéneas ni el tiempo una sucesión de iguales instantes ya que como hemos visto nada puede haber igual ni existir por duplicado, Dios en su bondad y poder no lo habría consentido. El universo por "lógica" no puede seguir esas leyes que proponía el físico inglés, no podía medirse porlas leyes que proponía la física porque estas partían de una imagen errónea del universo ya que surgían de la mente de un ser imperfecto que por defecto lo ve desde un punto de vista relativo y no absoluto y armonioso como lo entiende Dios.
Así estableció Leibniz, quizás por casualidad o partiendo del error, que el universo era relativo. Idea que se llegaría a demostrar varios siglos después cuando Einstein, con su teoría de la relatividad, desmontó la imagen clásica del universo postulada, precisamente, por Newton. Quizás si el genial filósofo alemán hubiese estudiado la cuestión, como ya dijimos al principio de esta entrada, desde la física y no de la metafísica la historia de la ciencia hubiese cambiado radicalmente. De todos modos, y como podría pensar Leibniz, sino ha ocurrido así es porque Dios no lo quería y ya sabemos que su plan es el mejor de los posibles...
Con este artículo no he pretendido un riguroso examen del pensamiento de Leibniz y sus teorías porque escaparía a los fundamentos por los que ha nacido este blog. Mi objetivo ha sido presentar este autor a aquellos que no lo conocían y plantear una cuestión que suele pasarse por alto como es la disputa que mantuvo el alemán con, su contemporáneo y rival, Isaac Newton (disputaron durante años la autoría del descubrimiento del cálculo infinitesimal, información que podéis ampliar en el vídeo que os muestro abajo) sobre la idea de un universo mecánico o armónico. Siendo esta la primera gran crítica a la que se enfrentó aquel paradigma omnicomprensivo que nos iluminó durante siglostras la oscuridad medieval y que entró en definitiva crisis en el s.XX.
A ojos de la Edad Media este es sín duda uno de los conceptos claves que han definido el pensamiento filosófico occidental. Ya San Agustín el s.IV d.C. trató esta cuestión y la de la temporalidad, cuando se acercó al maniqueismo y sobretodo cuando se alejó de este. Pero es en Santo Tomás cuando el concepto toma especial relevancia. Cuando este filósofo, de bonachón porte y sosegado espíritu, establece el concepto ansélmico de "contingencia" (la posibilidad de que suceda algo o no, es decir, no obligatorio) como uno de los pilares fundamentales, no solo de su ontología (supone la cuarta de sus vías), sino de todo su sistema de pensamiento y, por ende, el de todo occidente. Realmente creo que muchos de los que amamos la Filosofía hemos tratado muy poco esta cuestión, su importancia y repercuciones y creo que otros tantos ni siquiera se lo han llegado a cuestionar haciendo de los conceptos de "existencia" y "pensamiento" un binomio natural. Cuando este es un de los más artificiales que hay, aunque Descartes, y toda la tradición idealista, no lo entienda así.
Para el pensamiento griego la existencia era una necesidad (obligatoriedad, es decir, no contingente), el punto de partida a partir del que comenzamos a movernos por el mundo, a entenderlo y a pensarlo. Si le preguntamos a un griego (intentemos que no sea un esclavo) "¿Qué había antes de la existencia?" Nos responderá: "No me importa" o quizás nos hable del alma, del mundo de las ideas o del río Lete. Pero aún así, sín cuerpo había existencia. Al fin y al cabo este no estan importante ya que sólo es la cárcel del alma. Un griego no se cuestiona sobre la posibilidad o no de existir, que no de morir, eso es distinto. O si lo hace es desde el plano de la lógica con el principio "inquebrantable" de identidad. Y no lo hace simplemente porque escapa a su esquema de pensamiento, tal idea no la contemplaba, no por incoherente sino simplemente por escapar a sus esquemas de pensamiento, no estaba en su educación y por tanto, tampoco en su sociedad la idea de una no existencia, de la posibilidad efectiva del no-ser.
La idea de un Dios creador que nos otorga la vida como creaciones suyas que somos, y que muchos asumen como principio fundamental, no se ha tenido siempre. No será hasta el s.III d.C. con la llegada Plotino y el establecimiento de la escolástica cuando la filosofía comience a asumir tal principio. A mi entender no será hasta Santo Tomás cuando realmente se trate la cuestión de la contingencia de nuestra existencia cuando entendamos que somos criaturas que existimos porque hemos sido pensados por un ser superior que ha visto como buena nuestra existencia pero que sin su permiso jamás hubiéramos sido. Precisamente eso supone "creatio ex nihilo", que hemos sido creados a partir de la nada y que existimos no de una forma necesaria y obligatoria sino simplemente porque alguien lo ha querido así. Nuestro principio y fín depende de este. La repercusión de tal cuestión la entenderemos mejor si volvemos a formular la pregunta "¿Qué había antes de la existencia?" pero ahora a una persona de la Edad Media (intentemos que no sea a un siervo). Nos responderá: "Dios". Dios es el principio y fin de todo lo que existe, ha existido y puede llegar a existir. A partir de aquí se desarrollará una nueva ontología, epistemología, cosmología, ética y metafísica que configurarán los esquemas de la Filosofía occidental para siempre.
Por lo tanto aquí enfrentamos dos visiones sobre el origen del universo -al menos no hay discusión sobre la existencia efectiva de este, eso lo dejaremos para cuando abordemos el tema del solipsismo-; Bien ha existido siempre como planteaban los griegos como Parménides y su principio "nada surege de la nada" (Ex nihilo nihil fit) ó bien, como lo entiende el cristianimo, que este ha surgido de la nada (creatio ex nihilo) por el poder de Dios, por lo que también podemos hablar de "creatio ex deo". -Aunque la idea de "ex nihilo" y "ex deo" son distintas, en el tema aquí tratado sí son semejantes y por tanto entendemos que es válido lo aquí afirmado-.
Como vemos se ha establecido un novedoso punto de partida a partir del cual ordenaremos la realidad y guiaremos nuestra existencia durante siglos. Todo a partir de la idea de la contingencia. Aunque no será hasta siglos después, con Schopenhauer y su idea del "existenz-forhold" cuando comencemos a vislumbrar realmente toda la riqueza que esta idea contiene una vez que la analizamos desde una perspectiva más amplia y vitalista alejada de connotaciones metafísicas como las mencionadas en este artículo. Sobretodo será con los herederos de este (Nietzsche, Sartre y Heidegger) cuando esta cuestión tome especial relevancia. Aunque como dijo el sabio: "Esa es otra historia...".
Con esta primera entrada no he pretendido analizar el concepto de "contingencia" puesto que eso sería una empresa demasíado ambiciosa para este blog. Lo único que he querido ha sido el resaltar la importancia de esta idea, que tan a menudo se pasa por alto, que supuso realmente el paso de la Filosofía griega a la medieval y cómo la actual es heredera de esta. Sólo sabremos qué camino estamos andando si miramos atrás. A donde vayamos sólo lo dirá el viento...