martes, 16 de octubre de 2012

Historia del Humanismo (III). La Edad Media y la salvación


Continuando con la serie dedicada a la cuestión del humanismo en la historia debemos de centrarnos ahora en una época  que duró más de mil años y que conocemos de forma general como "Edad Media". En esta entrada veremos cómo aparece una novedad con respecto a las épocas anteriores y es que ahora lo que sea la humanitas y su existencia no dependerá del ser humano sino de Dios. Por lo que nuestra naturaleza no estría en nosotros mismo sino en el exterior. Antes de comenzar el análisis de esta idea creo que debemos de hacer una contextualización temporal y espacial precisa de la Edad Media para entender las causas que dieron lugar a este cambio de mentalidad con respecto a Roma y el giro antropológico, filosófico e inluso científico hacia lo religioso. 


Este período comprende históricamente desde la caída del imperio romano a manos de Odovacar en el 476 d.C. siendo emperador Rómulo Augusto, hasta la caída de Constantinopla y con ella la pérdida de Bizancio en el 1.453 d.C.
            La destrucción del imperio romano supone el estancamiento y descomposición del proceso civilizador iniciado en este período, al menos en la región noroeste de Europa[1]. Esto entraña la disolución de la vida urbana, del comercio y de la escritura y un estancamiento en el proceso de civilización, al menos hasta el S.XI d.C. Período que recibe el nombre de Baja Edad Media. Tras el S.XI y hasta el S.XV vivimos la época que se denomina Alta Edad Media y que supone una recuperación de los elementos culturales y civilizadores perdidos. Es aquí cuando nacen organismos como las universidades y la banca como entidades que van a institucionalizar y configurar tanto el conocimiento como la economía y serán fundamentales para entender el mundo actual. 



            En el Medievo será el cristianismo el encargado de llevar a cabo el proceso de civilización y educación a partir de las lecturas que se hagan de La Biblia. Antonio Pele, en su ensayo acerca de la dignidad humana medieval, nos advierte cómo tras estas lecturas, de los mismos textos, se hacen dos interpretaciones opuestas acerca de la visión del hombre y su relación con lo divino. 

“La cristiandad medieval contempla en el ser humano tanto una imagen positiva como negativa. En relación con la primera, el ser humano es un ser divino y creado a semejanza de Dios. Es el Adán que ha dado un nombre a todos los animales y está llamado a reencontrar el paraíso. En relación con la segunda imagen, se trata del hombre pecador, dispuesto siempre a sucumbir a la tentación y a renegar de su creador. Esas dos visiones aparecen en un marco cristiano e interpretan de forma distinta las fuentes bíblicas. Garin ha visto muy bien como la dignitas hominis se basa en el Génesis (1:26-27). El hombre ha sido creado a semejanza de Dios y es el señor de la tierra. Al contrario, la miseria hominis recurre al Génesis (2.7). El hombre ha sido creado a partir del limo, lo que demuestra la bajeza y la fragilidad de su condición.”[2]

No obstante, siguiendo la visión positiva (para eliminar esa idea prejuiciada del negativismo y oscuridad de esta época) se establecerá, como indica Choza en su Historia cultural del humanismo –obra a la que hacemos frecuentes referencias en las entradas dedicadas a la cuestión de la humanitas-, que la cima de lo humano se alcanzará en la plenitud y unión con lo divino y que esta unión recibirá el nombre de salvación. Así, por ejemplo, Tomas de Aquino, desarrolla una idea de hombre basada en su comunión con Dios; dotándolo, gracias a esta, de una dignidad que lo hace superior al resto de seres. A diferencia del griego que con su educación buscaba sujetos virtuosos o del romano que pretendía ciudadanos, el humanismo medieval lo que perseguirá será cristianizar[3]. Estableciendo una nueva dicotomía que sustituye a la anterior, humano-bárbaro, y que diferenciará entre fieles e infieles. Siendo los infieles aquellos que no lograrán la salvación y por tanto no podrán cumplir ni desarrollar plenamente la naturaleza humana al no vivir acorde a los preceptos divinos[4].  

Los encargados de instaurar el nuevo humanismo serán pequeños grupos de clérigos que recorrerán Europa estableciendo relaciones con los señores feudales y fundando Iglesias y monasterios que les permitirán mantener este nuevo sistema educativo basado en la existencia de otra vida, del juicio final, de la inmortalidad del alma y de la plena felicidad que se alcanza al acercarnos a Dios. Esta expansión del cristianismo no fue siempre pacífica. El momento más fuerte y cruento de este desarrollo religioso fueron las cruzadas, cruentas campañas bélicas iniciadas por los cristianos, o seguidores de la Cruz, que durante los SS. XI y XIII pretendieron la recuperación de la Tierra Santa ocupada por los musulmanes.

Pintura que muestra la navegación por el Mediterráneo y las rutas seguidas por los cruzados. Obtenida de: http://www.culturas-beraber.blogspot.com



Más allá de lo que supusieron estas guerras, y recuperando la función educativo-cultural de este nuevo modelo humanista, decir que poco a poco la labor de estos grupos irá tejiendo la estructura de las nuevas urbes, recuperando en parte el esplendor cultural perdido al crearse las universidades; entendidas como templos dedicados al saber. Este período para la Historia de la Filosofía recibe el nombre de escolástica y la educación que transmite es de carácter teológico, pretende explicar la revelación divina mediante la unión entre fe y razón, aunque la segunda se subordinaba a la primera. Sus maestros y miembros más relevantes son: San Anselmo de Canterbury, San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino. Además, al ser una época donde la mayoría de la población era analfabeta, esta educación es de carácter elitista ya que se circunscribirá exclusivamente al ámbito universitario o clerical, al que sólo podían tener acceso los hijos de la nobleza. 

Vídeo que explica el fenómeno filosófico de la escolástica. 


Las universidades son centros culturales y de instrucción basados en la evangelización y en la enseñanza de los saberes clásicos grecorromanos que entienden que son los fundamentales al haber dado lugar y forma a la cultura europea e intentan adecuarlos al mensaje divino que pretenden transmitir. Dar prioridad a estos saberes tiene dos consecuencias negativas; la transmisión de estas enseñanzas se hacía en lenguas muertas como el latín o el griego lo que las alejaba de la mayoría de la población al tratarse de personas sin la educación suficiente para entenderlas y que al estudiar esquemas y planteamientos con una antigüedad, como poco, de diez siglos no tenían la vigencia suficiente para dar respuestas satisfactorias a las necesidades y problemas a los que se enfrentaba el hombre medieval. La cultura escolástica, al alejarse de los problemas de la vida política y social, se desconectaba de la sociedad que la creó.

No obstante, no debemos creer que esta fue una época de pobreza y estancamiento cultural. No hay que olvidar la importante labor que han tenido para la filosofía posterior pensadores que vieron que la relación entre fe y razón se escindía acercando su pensamiento más a una filosofía práctica que a una contemplativa y los asuntos a tratar más cercanos a la sociedad y a la política que a la metafísica. Así nos encontramos con los nomilalistas Juan Duns Scoto y Guillermo de Ockham, al precedente del empirismo Francis Bacon y a los precursores del Renacimiento, los italianos Francesco Petrarca y Cola di Rienzo. Pensadores que, pese a pertenecer a esta época abrieron, con sus planteamientos, el camino a desarrollos posteriores, pese a que aún seguían manteniendo los planteamientos y esquemas propios de su época. Y es que cuando un explorador abre una nueva ruta aún lleva en su mochila los mapas donde esta no aparece. Serán los que continúen su labor los que la marquen y sigan esperando abrir otras nuevas. 

Vídeo que explica el movimiento nominalista y su importante papel en la Historia del pensamiento universal.



Con lo dicho, entendemos cómo la cuestión del humanismo sigue vigente en la Edad Media pero que esta ya no va a estar en relación directa con la educación o la civilización, como en épocas anteriores. Ahora, va a ser la salvación. Es decir, como dijimos al principio de la entrada, lo que sea el hombre ya no dependerá de él y sus logros, sino de un ser superior que lo ha creado y que sólo el reconocimiento y el amor a este es lo que nos otorga la dignidad que nos distingue y nos hace destacar sobre el resto de animales. En la siguiente entrada, dedicada al Renacimiento, veremos cómo se produce una “vuelta a lo humano” y volverá a ser el ser humano mismo, con su inteligencia, el encargado de dotar de sentido su propia existencia.

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[1] La región Sur de Europa, sobretodo España, y Norte de África pasarán a formar parte del imperio islámico (preocupado por el proceso de civilización) y supondrá un avance con respecto al cuadrante Norte de Europa ya que se sigue manteniendo y avanzando en los logros obtenidos por Roma, con las diferencias propias que supone la aparición de un nuevo imperio sostenido por unos pilares y creencias distintos a los ya existentes.

[2] PELE, A. Modelos de dignidad del ser humano en la Edad Media. Revista Derechos y Libertades. Ed. Universidad Carlos III. Número 21. Madrid, 2009, p.2

[3]
-          CHOZA, J. Historia cultural del humanismo. Ed. Thémata/ Plaza y Valdés.  Sevilla/Madrid. 2009
P. 64

[4] Es digno de mencionar el esfuerzo de Santo Tomás con su Summa contra gentiles y el objetivo de esta que es lograr que todos los seres humanos alcancen la gracia divina, sino por la fe como los cristianos, al menos por la razón. Entiende que la razón ha sido un regalo de Dios otorgado a toda la humanidad y por tanto, a partir de ella, podemos llegar a Dios y a su existencia.

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