miércoles, 11 de abril de 2012

¿Qué es el ontologismo?

Esta entrada surge con la intención de ampliar el campo de perspectiva en lo que se refiere a la fe y al posicionamiento que se puede tomar ante lo sagrado. Siendo simplistas podemos establecer que hay dos posturas; o se cree o no se cree. O lo que es lo mismo, se es creyente o ateo. Debemos suponer que no puede ser algo tan simple ya que de ser así, por ejemplo, todos los creyentes deberían de creer en lo mismo, de igual forma y en el mismo grado y sabemos que eso no ocurre. -De igual modo que podríamos decir que sólo se pude ser del Madrid o del Barcelona o del Sevilla o el Betis. Excluyendo de esta regla al resto de equipos de fútbol, a las personas que no les gusta el fútbol y sí el baloncesto o a las personas que no les gusta ningún deporte-. Así, afirmamos que cada persona cree, o no cree, de una manera distinta y personal. De modo que la cuestión debe de definirse más. Por esto he creído necesario introducir la cuestión del ontologismo ya que enriquece nuestro conocimiento y quizás aclare dudas a algunos lectores. En esta entrada analizaremos, en un primer momento, el concepto en sí para luego hacer un recorrido histórico para conocer a aquellos filósofos que han planteado sus sistemas de pensamiento bajo esta perspectiva y concluiremos analizando lo que sea del fenómeno en la actualidad.


El ontologismo defiende que: Una cosa es inteligible en la medida que es. Es decir; afirman que podemos conocer las cosas porque existen. Por lo que cuanto mayor sea el ser de un ente, mayor será su inteligibilidad. Así, si Dios es el ser supremo, deberá necesariamente ser el ser más inteligible de los seres y, a su vez, el primero en ser conocido. Vemos como hay una clara preeminencia de lo epistemológico (teoría del pensamiento) en esta idea ya que la piedra angular que vertebra este sistema es el pensamiento en sí. Pongamos un ejemplo para entender lo dicho: Miremos a nuestro alrededor ¿Qué vemos? Cada uno verá una cosa distinta; algunos verán una mesa y libros, otros una cama y paredes y los más afortunados una palmera con un cielo despejado. Todas estas cosas tienen algo en común que es el hecho de que las conocemos porque las percibimos. Sabemos que existen porque las captamos por los sentidos (la vista en este caso). Pero hay algo que conocemos y que damos por supuesto antes mismo de ver estos objetos y sin lo cual no podríamos verlos. Me refiero a la luz. Para los ontologistas Dios sería la luz ya que es lo primero que es conocido, lo que nos permite conocer y de lo que no podemos ni dudar ni prescindir. Con esto, afirman que todo lo que conocemos es en Dios, por Dios y desde Dios. De modo que los ontologistas creen en Dios y entienden que, pese a no necesitar demostración alguna, queda evidenciada su existencia en la existencia misma del mundo que nos rodea y en nuestra posibilidad de aprehenderlo ya que podemos afirmar, sin equivocarnos, que lo conocemos. De ahí la importancia que otorgan a la epistemología. Ya que vertebra todo su sistema al entender que lo sensible se deduce de lo inteligible. Esto no significa que sea un psicologismo ya que la aprehensión que pretende alcanzar es objetiva (la psicologista sería subjetiva). Por ello, y como veremos a lo largo de la entrada, le van a dar gran valor a las ideas entendidas como representaciones mentales de entes materiales (objetos físicos) o inmateriales (matemáticas) cuya naturaleza es supraobjetiva (la compartimos todos los seres humanos) y atemporal (no cambian con el tiempo). Los ontologistas sitúan en el origen de estas a Dios, por eso las emplearán como el mejor recurso para llegar a él. Las ideas, por tanto, serán un puente epistemológico que nos une con lo divino, en tanto en cuanto la naturaleza de estas escapa de lo humano al no ser materiales.

Esta postura se origina, principalmente, gracias a los análisis de dos pensadores; el primero de ellos es el escolástico del S.XI San Anselmo de Canterbury que, en su Proslogium nos muestra su “argumento ontológico”. Este es una prueba de la existencia de Dios a partir un argumento apriori que hunde sus raices en la relación ser-existencia (como se puede comprobar en el enlace). El otro pensador es el nominalista Guilermo de Ockham que entiende que es imposible conocer racionalmente a Dios. Afirma que sólo podemos intuirlo por la fe y, gracias a ella, entender que él es el principio de todo. Podemos afirmar que es con Ockham, en el s.XIV, cuando surge el ontologismo.

No obstante, encontramos antecedentes históricos en épocas y pensadores muy anteriores. Destacamos a Platón y su metáfora del Sol en la que establece que la idea suprema de Bien es el Sol que con su luz permite que existan y percibamos el resto de ideas (belleza, justicia,…). Otro antecedente está en San Agustín y su teoría de la iluminación en la que dice que conocer es estar en contacto con la Verdad –nótese que está escrito en mayúscula-, ser iluminados por ella y esta iluminación se logra mediante la fe. Así, Dios es la Verdad y su luz es la que nos permite conocer.
Tras Ockham encontramos a otros grandes pensadores que, si bien no se declararon ontologistas, afirman tesis afines a las que aquí se comentan. Es el caso de Descartes. Este francés no afirma que podamos conocer a Dios. Lo que afirma es que podemos conocer la idea de Dios -Debemos re-leer esto último para tener clara la intención del filósofo-. ¿Cómo podemos llegar a esta idea de Dios? Para este francés es sencillo; gracias a las ideas innatas. Estas son aquellas que tenemos en nuestra cabeza antes de nacer y por lo tanto previas a cualquier experiencia. Por lo que su naturaleza no es empírica. Como ejemplo de estas podemos enunciar la infinitud y la omnipotencia (podemos pensar en estas aunque no existan en nuestro mundo). Conceptos que nos llevan a otro aún más elevado como es el de la perfección. Al indagar sobre la naturaleza de estos elementos innatos Descartes piensa que es imposible que surjan de nosotros ya que el intelecto humano es imperfecto al tener como fuente principal de conocimiento a los sentidos y estos,además, y por si fuera poco, nos pueden llevar al error. Por tanto, si estas ideas no las hemos creado nosotros y sabemos que las tenemos y no vienen de la experiencia. Entonces alguien, superior a nosotros, ha tenido que crearlos y ponerlos en nuestras cabezas. Se refiere, claro está, a Dios. Pero no conoce a Dios mismo ya que no hay una experiencia inmediata y directa de él sino sólo una conclusión lógica a la que se ha llegado tras un razonamiento argumentado. Por eso dijimos que el francés llega a la idea de Dios y no a Dios. Además, para apoyar su tesis recurre al, ya mencionado, argumento ontológico. Del que además deduce que es un ser bueno y generoso en grado máximo y estas cualidades le sirven, además, para garantizar la existencia del mundo y eliminar cualquier confusión que podamos tener entre sueño y vigilia (no saber si lo que estamos viviendo y sintiendo ahora es producto de un gran sueño). Duda que representa bajo la hipótesis del genio maligno.

Este video nos muestra, de una forma cómica, las argumentaciones que hace Descartes en favor de la existencia de Dios y la respuesta dada por Hobbes y Gassendi (pensador al que le dedicamos una entrada anteriormente).-No trato directamente esta cuestión ya que no es el asunto de la entrada-.


Junto a Descartes nos encontramos con Malebranche y su tesis ocasionalista. Este pensador francés del s.XVII sitúa, al igual que el resto de ontologistas, a Dios en la base de toda la realidad, de todo lo que ocurre. Entiende, como Ockham, que no podemos conocerlo ya que su naturaleza es infinita y nosotros no. Pero afirma que podemos llegar a él por su obra, un universo lleno de entes. Pero sobretodo, por las ideas que tenemos de estos. Ya que, aunque los entes sean finitos sus ideas son infinitas. Por ejemplo: lo que es una mesa en sí no ha cambiado desde su origen, las mesas sirven para lo mismo y, pese a que IKEA se empeñe en lo contrario presentando formas imposibles, podemos afirmar que “una mesa es una mesa”. Además, que el resto de personas puedan identificar una mesa y distinguirla de una silla, una rosa o una ballena implica la existencia de la intersubjetividad que, para Malebranche, es otra prueba de lo infinito en este mundo y la existencia de un ser igualmente infinito. El ocasionalismo afirma que todo lo que sucede ocurre por Dios y que los que creemos que se producen porque obedecen al principio teleológico o de causalidad en realidad son ocasiones de Dios, es decir, deseos de Dios. Así, el que llueva cuando el cielo está gris, que el Sol caliente o que al comer mueva mi mandíbula no son más que ocasiones divinas. Siendo estas ocasiones las que permiten que haya regularidad y sin ellas todo sería arbitrario y no podríamos conocer nada. Con el ocasionalismo se acaba con el dualismo cartesiano por el qu e estamos constituidos por el alma y el cuerpo siendo esta primera la que mueve a la segunda. Ahora, se van a ver como dos elementos iguales que van a interactuar gracias a la voluntad de Dios. Dios permitirá que el alma se comunique con el cuerpo y el impele a actuar y será Dios el que permitirá que el cuerpo se comunique con el alma y le transmita las ideas y sensaciones como placer, alegría o amor (se elimina así la existencia de la extraña glandula pineal cartesiana). 

La teoría ocasionalista, sesgada de cualquier elemento religioso, servirá de fundamento al empirista inglés D. Hume para postular la imposibilidad de conocimiento universal del mundo y negar la existencia de la ciencia al basarse esta en creencias y no en hechos. –Es curioso como partiendo de la misma base (la negación de la causalidad) se llegue a dos conclusiones distintas (mundo orden y arbitrariedad) dependiendo de la perspectiva que se tome (creyente o ateo)-

Dejando a un lado a los pensadores racionalistas nos encontramos con el empirismo de G. Berkeley –para esta entrada entendemos que dentro de la corriente empirista son más interesantes las aportaciones de este filósofo que las de Hume, de ahí que sólo lo hayamos tratado muy brevemente-. Este irlandés, a camino entre los ss.XVII y XVIII, niega la existencia de cualquier elemento que escape al ámbito de lo sensible. Es decir:  Los universales, las esencias, las sustancias, las mónadas, las entelequias, las ideas,... Tan sólo existe aquello se percibe, lo que llega por los sentidos. Esta idea puede ser muy clara y coherente para muchos e incluso una evidencia que no necesita mayor explicación para otros. Pero, si la analizamos más detenidamente llegar a peligrosas conclusiones al preguntarnos, por ejemplo: ¿Si hay una persona viviendo en una isla desierta no existe porque no lo percibimos? ¿No suena un árbol al caer en un bosque si no hay nadie que lo escuche? ¿Qué pasa con el fondo marino? ¿Qué ocurre con las cosas que no percibo en este momento? ¿Qué ocurre con el libro que dejé de leer hace cinco años o con el coche que se cruzó conmigo hace dos horas o con la ciudad que visité con mis padres cuando era pequeño? ¿Acaso ya no existen porque ahora no las percibo? Estas preguntas nos llevan irremediablemente al solipsismo. Meta que no pretende alcanzar con sus teorías. Berkeley soluciona el problema al afirmar que las cosas siguen existiendo aún cuando no las percibimos porque hay un ser que no deja de percibir en todo momento y lugar y este es Dios. De este modo, y al igual que el resto de ontologistas, sostiene la existencia de un ser todopoderoso que sitúa a la base de la realidad y a cuya existencia llega desde la epistemología. Nos surge una nueva pregunta ¿Por qué no podemos percibir a Dios si está en todos lados? Berkeley responde afirmando que no podemos conocerlo porque su esencia es espiritual y por nuestra naturaleza sólo podemos conocer lo que nos llega por los sentidos y esto es exclusivamente lo material.

Ya en el S.XX, el teólogo alemán Rudolf Otto entiende que tanto lo religioso como la experiencia de lo sagrado son elementos que pertenecen al ámbito de la teodicea y no al de la racionalidad y, por tanto, no se pueden conceptualizar ni objetivar como han pretendido los pensadores anteriormente expuestos. Otto define a esta experiencia como un sentimiento común a todas las religiones. Un sentimiento que pone al creyente en presencia de algo que trasciende al mundo y a la vida misma (esta idea la expresa bajo el concepto de "numénico", palabra que viene del latín y significa presencia) y este "algo" para la persona que lo experimenta no necesita demostración ni justificación alguna para existir y ser el principio rector de lo existente. Por tanto, para Otto, la actitud que debe tener el ontologista es la de entender la naturaleza privada de su experiencia y no querer hacer de esta una cuestión de hecho para intentar objetivarla y universalizarla. Es decir; no se le puede dar la misma legitimidad a la proposición “Dios existe” que a “Un triángulo tiene tres lados” ya que la primera no es una cuestión de hecho ni una evidencia como lo es la segunda.

Pero dejemos ya este recorrido histórico y acerquémonos a nuestro presente. En la actualidad ocurre un hecho que puede resultar curioso y es el que haya científicos que al estudiar el universo y sus razones últimas, se acercan a una posición que podríamos sitúar a medio camino entre el ontologismo y el agnosticismo -postura que trataremos en una futura entrada-. Estos se preguntan por la existencia del universo, no sobre su funcionamiento sino sobre su razón de ser. Es decir, preguntan el cómo del universo, sino su por qué. Ya que, a medida que profundizan en su conocimiento van entendiendo que la respuesta a sus preguntas se alejan de cuestiones relacionadas con el azar. Así Paul Davies, en su obra Dios y la nueva física, entiende que la ciencia es el camino más seguro que tiene el hombre para llegar a Dios.


Entrevista realizada a Paul Davies por Eduard Punset en el programa de televisión "Redes". Encuentro de valor este vídeo para conocer mejor al científico pese a que en esta entrevista se centran en lo dicho por él en obras como: ¿Cómo construir una máquina del tiempo"



No obstante, debo aclarar que la gran mayoría de la comunidad científica niega la postura ontológica ya que entiende que  la naturaleza de esta se aleja, como ya hemos dicho anteriormente, de las cuestiones de hecho que sí son verificables mediante la corroboración empírica.

A modo de conclusión entendemos que el ontologismo es una postura más de las muchas que hay en el ámbito del pensamiento religioso y que al formar parte de lo privado es tan legítima y digna de respeto al igual que el resto de posturas. Esta tuvo su esplendor en los ss. XVI-XVII, pese a que podamos rastrear sus huellas en los orígenes mismos del pensamiento y que aún hoy podamos seguir hallándolos. Y que se crea a partir de la relación ser-existencia-pensamiento.
Con esta entrada sólo he pretendido ampliar un poco más el conocimiento en un ámbito que, a mi entender, es muy reduccionista como es el del posicionamiento religioso ya que para muchos esta cuestión se zanja únicamente siendo creyente o ateo. Al menos ahora, ya sabemos que se puede ser creyente de distinta forma.

Blogger dixit

6 comentarios:

  1. ¡Qué buen fichaje haríamos contigo en el IEDA!

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    1. Estoy preparándome para estar a la altura, el nivel es muy alto... Pero cuando me lo digan voy corriendo!

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  2. Y esto es lo que nos has mandado que nos aprendamos para el examen de mañana.
    Atentamente tu alumno favorito

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Ya decía yo que al estudiarlo,me recordaba a cierto blog de cuyo no quise acordarme hasta que lo puse en google y entre y comprobé que estaba ahí.

    Firmado yo xD(El otro comentario lo borre por faltas de ortografía xDDD)

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  5. A mi lo que me ha llamado la atención ah sido: "por ello, y como veremos a lo largo de la entrada"
    Hay me ha sonado raro

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