jueves, 8 de agosto de 2013

¿Ciencia ficción o filosofía real? (III)



Phaser, arma de asalto de la U.F.P.


5.-El miedo a perder la libertad.
Aunque el hilo argumental de sus novelas sea distinto siempre late, como hemos visto, una misma idea en el fondo de sus obras, la crítica. Pero, será a partir de la Revolución Industrial cuando las obras adquieran el sombrío tono que aún mantienen. Es cierto que es una época de esplendor para la economía de los países desarrollados, principalmente Inglaterra que, gracias a sus imperios coloniales establecidos en Asia y África, ven cómo aumenta su poder adquisitivo. A nivel social la más beneficiada fue la burguesía que poseía las fábricas y las tierras y que gracias al sistema capitalista y una inexistente política social obtenía beneficios jamás logrados antes, en detrimento de la clase obrera.
Una clase que está asfixiada por las deplorables condiciones a las que se ve sometida: jornadas laborales interminables, bajos salarios y explotación infantil. Si a esto le unimos el nulo papel social de la mujer, la falta de alfabetización, de higiene y seguridad en las calles obtenemos una situación de desesperación por parte de este sector de la sociedad. En respuesta a esta se van formando uniones de trabajadores que dan lugar a los primeros sindicatos, publicaciones de marcado tinte obrero y la aparición de sociedades afines al pensamiento socialista[1] y la difusión de este sistema por parte de Engels y Marx. De toda esta situación se hacen eco los escritores que en sus obras nos transmiten un miedo primario: la aparición de una élite que aplasta al individuo y aniquila su libertad alienándolo como sujeto. La élite puede ser de este mundo (Hijos de hombres de P. D. James) o venir del espacio exterior (La guerra de los mundos de H.G. Wells) y la pérdida de libertad puede darse de varias formas: alteración de la conducta mediante el uso de la violencia o el control mental (La naranja mecánica de A. Burgess), la opresión a un sector determinado de la sociedad (Los juegos del hambre de S. Collins) o por medio de un desarrollo egoísta e interesado de la ciencia sin ningún tipo de control que da lugar a un infierno postapocalíptico, ya sea de tipo medioambiental (El rebaño ciego de J. Brunner) o socioeconómico (El fugitivo S. King).

                                                                   La naranja mecánica (S. Kubrick, Warner, 1971)


Y es que la libertad, lo que representa y los ámbitos que abarca[2], es aquello que nos hace ser lo que somos y poder gobernar sobre nuestras vidas. Aristóteles entendía que era libre aquel que se tiene a sí mismo como fin último de su obrar y no depende de los demás. Esto significa que somos conscientes de nuestros actos y pensamientos y responsables de sus consecuencias y que somos capaces de dominar nuestros instintos. Esto nos hace únicos como especie, ninguna otra salvo la nuestra puede decir que es libre. De ahí su importancia. Cuando se nos priva de ella perdemos nuestra autonomía, nuestra identidad, individual y social. Dejamos de ser personas y nos convertimos en simples números, una parte más de la masa y siervos de quien ostenta el poder. Por ello es tan importante el preservarla. El sentimiento que se origina es el de recelo ante la ciencia ya que se ve como un instrumento al servicio del poder y aparece una actitud tecnofóbica. De esta cuestión se han hecho eco autores y pensadores de distintas disciplinas. Destacamos a la filosofía antropológica que ha analizado la crisis existencial, de carácter humanista, que ha vivido Occidente a partir de la Segunda Guerra Mundial y que ha dado en denominar “la muerte del yo” y ha sido tratada por pensadores como M. Heidegger Cartas sobre el humanismo, la primera generación de la Escuela de Frankfurt[3] (M. Horkheimer Crítica de la razón instrumental, Th. Adorno Dialéctica de la ilustración y H. Marcuse El hombre unidimensional) y en la actualidad P. Sloterdijk Normas para el parque humano. Tal cuestión se puede resumir perfectamente en la cita de I. Asimov: “El aspecto más triste de la vida actual es que la ciencia obtiene conocimiento más rápido que la sociedad obtiene sabiduría” y es que aún debemos aprender a controlar nuestro saber, canalizar nuestro potencial y, en definitiva, lograr ser más justos y responsables.



Blogger dixit


[1] Destacar a la sociedad Faviana a la que pertenecían escritores y pensadores como B. Shaw, B. Russell y el escritor de ciencia ficción H. G. Wells. Era un grupo de intelectuales burgueses con ideas evolucionistas y socialistas moderadas inspirados por las ideas de Ch. Darwin y Th. Paine, padre del socialismo inglés. Entendían que las mejores armas para cambiar la sociedad eran la cultura y la educación.

[2] Según la clasificación elaborada por J. Choza y V. Arregui en su La antropología filosófica en España Ed. Antonio Heredia. Salamanca. 1988. Entienden que la libertad se da a nivel individual y social. En el primero está la “libertad fundamental”  (orden psicológico) y en el segundo la “libertad operativa”  (orden moral y político).

[3] Estos pensadores analizaron en la segunda mitad del S.XX, a partir de las teorías marxistas y freudianas, la relación establecida entre la razón científica y la economía capitalista como principales fuentes del conflicto existencial humano que ha dado lugar a una crisis de valores en la que entendemos que lo más valioso y necesario son las posesiones materiales.

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